PostHeaderIcon Capitulo 48

Una gran sala de reuniones del club de fútbol hacía de improvisado comedor aprovechando una larga mesa. La mayoría de los allí presentes eran soldados y con ellos apenas una veintena de civiles. Me dirigí hacia Raquel que estaba repartiendo la cena.

- ¿Cómo va? - Le pregunté.
- Bien. Con lo poco que hay hemos intentado hacer algo de cena.
- Me refería a cómo estás tú.
- La verdad, no lo sé. No sé si ha sido buena idea venir aquí.
- No hemos tenido más opción. Ellos nos rescataron de la piscina y de momento parece que podemos sobrevivir aquí. ¿Cómo está la pequeña?
- Bien. Hay otro niño del que se ha hecho amiga. ¿Tú qué tal?
- Trabajando en un robot... A ver si lo hago funcionar.

Me puso una especie de sopa sin mucho condimento y me ofreció una chocolatina

- Esto es por el sello de tu cartilla - me dijo.
- Luego nos vemos - Le dije recogiendo el plato y la chocolatina.

Me dirigí hacia mi hija que estaba con su nuevo amigo:

- Hola, veo que has hecho una amiguito - Le dije.
- Sí. Se llama Fran.

El chico asintió con la cabeza.

-Tengo algo para vosotros - Les dije mientras les ofrecía la chocolatina.

Sonrieron y la cogieron gustosos. Mientras les veía disfrutar con el regalo vi que en una mesa tras ellos estaban sentados los militares que parecían tener un rango superior a los demás. Entre ellos se encontraba el Sargento que me hizo un gesto para que me acercase.

Me ofreció que me sentase con ellos y pude ver como algunos de los soldados no aprovaban su decisión aunque nadie dijo nada.

- ¿Cómo va lo que le encomendé? ¿Para cuando estará listo?
- Creo que esta noche podré mostrarle algo - Le dije.
- Magnífico.

En ese momento se abrió la puerta y entró un soldado raso que corrió hacia el Sargento y se dispuso a hablar con él. La fortuna quiso que yo estuviese allí y, aunque hablaron entre susurros, pudiera enterarme de lo que acababa de suceder.

PostHeaderIcon Capitulo 47

Llevaba ya dos horas examinando las piezas que estaba dentro de la caja que el Sargento me había dado y no tenía ni idea de por donde empezar. El soldado raso que habían enviado a vigilarme me miraba con cierto excepticismo. Supuse que él tenía tantas dudas como yo de que fuese capaz de llegar a montarlo y hacerlo funcionar.

En realidad pensaba más en Laura y Raquel que en montar aquél Terminator alemán.

Con algo de esfuerzo logré ensamblar varias piezas que conformaba un brazo articulado. Se lo mostre al soldado para demostrarle que iba avanzando y, tras suspirar, giró la cara.
Supuse que en el extremo del brazo debía conseguir acoplar una de las dos pinzas que había encontrado en la caja, pero no sabía muy bien cómo hacerlo.

Decidí seguir sacando piezas de la caja e irlas agrupando según la parte del robot a la que perteneciesen, como cuando haces un puzzle. Pero era bastante más difícil que un simple puzzle ya que no tenía nada en lo que fijarme. No sabía si tenía piernas o ruedas, ni cuanto medía, ni qué complementos llevaba.

Al soldado le sonó el walkie-talkie: - No hay novedades - dijo. Después de que le dijesen algo me pasó el walkie-talkie.

- ¿Sí? - Probé a decir, para ver de quíen se trataba.
- Señor Torres, ¿cómo lo lleva? - Era el sargento.
- Pues verá, es bastante complicado.
- ¿No se aclara con los planos y las instrucciones?

Me quedé pensando unos instantes y, sin contestarle, saqué todas las piezas que quedaban en la caja y allí estaban. Un cuaderno con las instrucciones y desplegables que mostraban el diseño del robot. Me sentí algo estúpido y miré al soldado, que negaba con la cabeza ligeramente.

- ¿Me recibe, señor Torres?
- Sí, sí. Creo que antes de que anochezca puede que tenga notícias para usted. - Le dije sin saber si aquél hallazgo me serviría para agilizar mi tarea.
- Excelente. No olvide que en menos de una hora está previsto que se sirva la cena en el comedor principal. El soldado que está con usted le acompañará hasta allí y después volverán al almacén. No olvide enseñar el sello al recibir la comida.
- Así lo haré. - Dije mientras le devolvía el walkie-talkie al soldado.

Empecé a hojear el cuaderno mientras el soldado acababa la conversación con el Sargento y lo primero que se me pasó por la cabeza fue "tierra trágame". El cuaderno se encontraba en un estupendo alemán que, por supuesto, no comprendía. Almenos si pude echar un vistazo a los planos y esquemas del robot y así pude tener una idea de como debía quedar tras montarlo.

Las imágenes distaban mucho de lo que había imaginado. Ya no era un robocop o un terminator sino que se parecía mucho más al mítico Johnny 5.

Tras un rato de examinar los bocetos y planos comencé a montarlo. Comencé por la base y ésta constaba de un sistema de tracción oruga como la que usan los tanques. En las instrucciones vi un 30km/h que supuse que era su velocidad punta. No era una maravilla pero suficiente para un robot de reconocimiento. Para sortear escalones o grandes desniveles lo hacía ayudándose de sus brazos, sobre los que caminaba si era necesario.

Cuando ya tenía montado la mitad o más el soldado me tocó la espalda y me indicó que debíamos irnos, aunque no dijo nada. Era la hora de cenar, seguramente que con un par de horas más tendría a Johnny 5 listo para ser enseñado al Sargento.

PostHeaderIcon Capitulo 46

- Como sabéis nos robaron muestras del producto y por eso se ha desatado toda esta locura. Y supongo que os estaréis preguntando, ¿pero cómo es posible? Supongo que algo sabéis sobre la Turritopsis Nutricula así que me ahorraré esa parte. La dificultad la encontrábamos en cómo hacer que el ADN de la turritopsis y el nuestro se "fusionasen" y al final dedujimos que lo mejor era trabajar con algún virus que nos hiciese ese trabajo. Es mucho más fácil trabajar con el ADN de un virus que con el de cualquier otro ser vivo (si el virus podemos decir que está vivo, claro) ya que su complejidad es mucho menor...

Pero a lo que iba, introdujimos mediante ingeniería genética parte del ADN de la Turritopsis en un herpes virus y éste se encargaría de, una vez dentro del cuerpo humano, "infectar" todas las células. Saben cómo actúa un virus ¿no? Se lo resumiré muy brevemente: El virus entra en el cuerpo de su víctima, se instala en una de sus células y combina su ADN con el de la víctima, obligándola a crear más virus, después la celula por lo general explota dejando salir todos esos virus que seguirán infectando todas las demás células de la víctima.

Como decía introdujimos el ADN de la Turritopsis en un herpes virus y parecía que ya lo teníamos, pero nada más lejos de la realidad. ¿Saben lo que es un herpes? No es más que un virus latente que se reproduce cuando las defensas del huésped estan bajas o alteradas. Es entonces cuando el virus aprovecha para expandirse. Me parece importante que sepan esto para poder seguir con la explicación...

Pues bien, nosotros con nuestro producto inoculamos a la persona una cantidad de virus que, si bien infectará completamente (o casi) su organismo, no se crearán más virus gracias a que el sistema inmunitario no lo permite, como sucede con los herpes que os explicaba.

Como ya sabréis, los herpes son incurables, por mucho que la "herida" desaparezca volverá a aparecer en cuanto las defensas de la persona infectada bajen de nuevo por lo que, como estaréis suponiendo, esto también es incurable.

- ¿Pero cómo el virus toma el cuerpo y lo controla? - Pregunté.

- A eso iba. No sea impaciente. Aquí funciona igual. Cuando la persona infectada muere su sistema inmunitario deja de funcionar y el virus tiene via libre para hacer lo que le plazca y según algunas pruebas que hemos hecho a algunos infectados, cada célula del cuerpo es totalmente independiente de las demás aunque pueden trabajar de forma conjunta. Por eso esos cadáveres andantes no se detienen pase lo que pase. Pueden partir el cuerpo en dos que éste seguirá vivo y utilizando las funciones que le queden para intentar infectar a más huéspedes.

- ¿Y por qué nos atacan los muertos? - Volví a preguntar.

- ¡Se lo acabo de decir! Para infectar a más huéspedes. Es como cualquier enfermedad, no se contagian simplemente para joder, intentan colonizar todo lo que pueden como cualquier otra especie.

- ¿Y cómo se contagia? - Insistí.

- Por transmisión de fluidos. Saliva, sangre... Incluso una simple lágrima contiene miles de virus. Una herida, un arañazo, una mordedura o mantener sexo con ellos -dijo con cara de pervertido - son formas de infectarse. Por cierto, habrán visto que tenemos algunos perros. La razón es simple, a ellos no les atacan. El virus está diseñado para infectar el cuerpo humano por lo que los perros pueden atacar y dominar a los muertos de forma muy efectiva sin sufrir daños. Por el momento es nuestra mejor arma.

- Verá a mí me mordieron aquí - Dijo Ramírez enseñándole la herida. - ¿Eso significa que soy inmortal?

- No amigo, seguramente la cantidad de virus que tiene usted en el cuerpo es insuficiente como para mantener a su organismo sin envejecer, lo que no quita que usted cuando muera sea uno de esos monstruos que hay por ahí fuera.

Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo al saber definitivamente que me convertiría en una de esas cosas. Tras ver curarse la herida pensé que ya estaba a salvo.

- ¿Y no me lo puede curar? Necesito regresar a Costa Rica sabe.

- Le podemos hacer unas pruebas para verificar si realmente está infectado... Quédese conmigo.

- ¿Y ahora mismo en qué estás trabajando? - Le preguntó Violet.

- Pronto lo sabrán. Pero ahora deben ir con Bertrand. Seguro que quieren darse una buena ducha, comer algo y descansar.

- Me deben algo.

- Ah, claro. Bertrand le devolverá su arma.

Jack le hizo un gesto al hombre y éste le devolvió el arma a Violet.

Comimos, nos duchamos y nos dieron ropa limpia. Intenté que no me vieran la herida en ningún momento.. No me fiaba de esta gente. Nos dejaron en una habitación en la que habían dos camas y un fluorescente que la iluminaba. No había otro mobiliario. Ni siquiera ventanas. Cerraron la puerta desde fuera y nos dejaron descansar.

PostHeaderIcon Capitulo 45

Dos hombres uniformados que portaban fusiles de asalto nos gritaban frases en francés mientras un gran rottweiler que estaba sujetado por un tercer hombre nos ladraba sin cesar.

Violet sacó lentamente su pistola y la dejó en el suelo.

- ¡Pousser! - Grito uno de los hombres.

- ¿Qué dicen? - Susurré.

Violet, sin contestarme, chutó la pistola en direccion a los hombres. El que era más bajo de los dos se agachó y la recogió.

Nos condujeron hacia el edificio blanco ante la mirada del perro que sin duda estaba deseoso de que intentásemos algo para tener la oportunidad de abalanzarse sobre nosotros.

Al llegar, uno de ellos pulsó el botón de un interfono y después de que le dijesen algo que no pude oír él dijo: - Sourvivars on trouvé.

Tras ello las puertas se abrieron y entramos en el edificio. Recordaba a un hospital por su aspecto y entonces comprendí que nos encontrábamos en el laboratorio que habíamos estado buscando.

- ¿Qué quieren de nosotros? ¿A dónde nos llevan? ¿Les conocéis? - Iba preguntando Ramírez.

Llegamos a una gran sala donde nos recibió un hombre de pelo cano. Al verle su rostro me recordó al de Jack Nicholson, lo que no era nada tranquilizador.

El hombre nos miró y al ver a Viole su rostro cambió.

- Oh Violet! What are you doing here? And, who are your friends? - Dijo "Jack".

Pese a hablar en inglés el acento francés era muy reconocible.

Después, sin que Violet respondiese, nos miró a Ramírez y a mí y nos dijo: - Hi! Do you speak english or french?

- ¿Quién es usted? - Preguntó Ramírez.
- Oh, castellano. Hola! ¿Me entiende ahora? Disculpad mi precario castellano, no lo domino demasiado...

Se giró, cogió algo que había sobre la mesa y lo guardó en un cajón. Se giró y ahora su gesto pareció mucho más serio.

- ¿No me dirás quién son, Violet?
- Éste es el cerdo que me robó el proyecto - Me dijo Violet.
- Cerdo... Eso no ha sonado muy bien... - Dijo recuperando el tono amable.

De pronto, como si no se hubiese percatado antes de que estaba por allí, empezó a gritarle en francés al hombre que llevaba el perro y éste salió de la habitación.

- No me gusta que haya animales en la zona de trabajo - Nos dijo sonriendo mientras se volvía a girar hacia su mesa de trabajo en la que habían vasos de precipitado y demás instrumental de laboratorio. - Dime, Violet, ¿por qué has venido? Si ha sido para matarme aprovecha ahora que estoy de espaldas, no tendrás mejor oportunidad.

- He venido, mejor dicho, hemos venido para intentar arreglar lo que habéis hecho.

- ¿Lo que hemos hecho? Nos robaron el producto, bien lo sabes.

- ¿Os robaron el producto? ¡Vosotros nos lo robásteis a nosotros!

- En absoluto... Mi equipo y yo sólo nos llevamos nuestro trabajo. De todos modos, lo hecho, hecho está. Si quieres ayudar, quédate, si no ve y no me entorpezcas.

- Te ayudaré. Es la única forma de arreglar esto, pero cuando todo se solucione, te mataré.

- Jajajaj me parece bien... Siempre tan amable. Así pues, creo que debo poneros al día y contaros un par de cosas.

PostHeaderIcon Capitulo 44

Ya hacía una hora o más que habíamos pasado la frontera entre Francia y España. Ramírez comía como si su estómago no tuviese fondo algunas de las cosas que le ofrecimos, o mejor dicho le ofrecí, ya que Violet no estaba de acuerdo con darle nada y ya se apresuró a partir nuestras reservas de comida y bebida en dos y decirme que si quería darle algo, se lo diese de mi parte.

Tras beber un trago de agua para tragar todo lo que tenía en la boca Ramírez quiso saber más sobre lo que pasaba:

- Entonces, ¿todo lo de los muertos es verdad? No puede ser posible... Es científicamente imposible...
- Nada es científicamente imposible. Cómo odio esa frase... - Dijo Violet.
- Pero, ¿cómo ha sucedido?
- Como te dije es una larga historia... Unos capullos decidieron jugar a ser Dios y ahora todos pagamos por ellos. - Le contesté mientras conducía el Galant.

- Ajá... Y ¿por qué nos dirigimos hacia Burdeos? ¿Creen que podrían dejarme en algún aeropuerto para que pueda coger un vuelo a Costa Rica? Soy de allí saben y me gustaría estar con mi familia.

- Dudo que haya aeropuertos operativos, pero si quieres te podemos dejar aquí mismo - Le dijo Violet.

- No, gracias. Prefiero seguir con ustedes hasta que encuentre la forma de llegar a Costa Rica - Contestó y tras eso volvió a pegar un bocado a lo que estaba comiendo.

- ¿Creen que cuando lleguemos a Burdeos serán capaces de solucionar esto? - Dijo mientras todavía tenía comida en la boca.

- La verdad es que no sé ni qué buscamos realmente... - Le dije mirando a Violet.
-Buscamos a los responsables de esto para que nos muestren su "trabajo" y poder estudiarlo para intentar solucionar esto.

- Ajá...

Tomé una salida que marcaba Bordeaux y le pedí a Violet que buscase la dirección exacta en la caja que venía éternité.

No fue fácil encontrarlo, pero tras dar muchas vueltas conseguí dar con el polígono industrial donde se encontraba aquél laboratorio. Pero dar con el laboratorio no fue tan fácil. Dando vueltas por el polígono pudimos ver algunos cadáveres que demostraban que la epidemia también había llegado a allí. Por suerte se encontraban inertes en el suelo.

- Debe ser aquí cerca - Dije parando el coche.

- ¿Ya llegamos? - Preguntó Ramírez entre bostezos tras despertarse. No me había percatado de que se había dormido.

Bajamos del coche y tuve a bien dejarlo abierto y no cerrarlo con llave. Si teníamos que salir corriendo sería mucho más rápido que si tenía que abrir el coche con la llave y los riegos de que nos lo robasen por estar abierto eran mínimos.

Había un par de naves industriales semiabandonadas y tras un cruce un edificio blanco que parecía en mejor estado, pero por ningún lado aparecía el nombre de los laboratorios. Realmente aquél edificio no tenía ninguna distinción.

- ¡Tirez les bras! ¡Tirez les bras!

PostHeaderIcon Capitulo 43

Llegamos a la frontera y, para nuestra sorpresa, no había apenas coches abandonados. Esperábamos un gran atasco producido por la gente que intentó huír del país al verse acorralada, pero no había ni rastro de la población.

Es posible que a la mayoría les pillase tan de sorpresa la llegada de los muertos que no les diese tiempo ni a huír. Incluso era más que probable que los pueblos más pequeños ni se hubiesen enterado de todo lo que estaba pasando. Los muertos tardarán meses en dar con ellos, si es que el azar quiere que lleguen a esos pueblos.

- No hay nadie que nos abra la barrera para que podamos pasar. Voy a ver si consigo elevarla ¿vale? No te muevas de aquí - Le dije a Violet saliendo del coche.

- Ve con cuidado. Si las cosas se ponen feas no dudaré en dejarte aquí.

Le sonreí. Cada vez estaba más convencido que todo aquello era una fachada y que detrás de ella había en realidad una chica amable. No creía que me hubiese dejado allí, aunque tampoco podía estar seguro.

Me alejé del coche y llegué hasta una cabina parecida a las que hay en los peajes de las autopistas. Miré por la ventana y, tras comprobar que no había nadie dentro, entré.

La cabina tenía una silla que parecía bastante incómoda como para hacer una jornada laboral completa en ella y un panel con botones y testigos luminosos que estaban apagados.

No había nada fuera de lo normal aparte de un vaso de plástico que seguramente había contenido café y una bolsa de plástico que apestaba. En ella había un bocadillo de pan de molde del que estaban dando buena cuenta varias clases de hongos.

Me fijé en el panel de control y pulsé el botón que, según mi intuición, debía servir para elevar la barrera. No sucedió nada.
Volví a pulsarlo, como si por hacerlo una segunda vez y ejerciendo más presión sobre el botón fuese a funcionar, pero lógicamente no sucedió nada.

Salí de la cabina y miré hacia el coche. La puerta del copiloto estaba abierta y Violet estaba tras ella. Me encogí de hombros en señal indicando que no había encontrado una solución a nuestro problema con la barrera.

Violet con la pistola en la mano derecha apuntó en mi dirección y me agaché de inmediato.

- ¡¿Qué cojones haces?! ¡¿Te has vuelto loca?! - Protesté cubriéndome tras unas cajas de cartón.
- Levantate y mira hacia atrás. Tenemos compañía.

Me giré y pude ver a un hombre que venía hacia nosotros con las manos en alto.

- ¿Hola? Baje el arma por favor, no voy a hacerles nada.
- ¡Date la vuelta y pon las manos en la nuca! - Le ordenó Violet saliendo de detrás de la puerta del coche.
- Les digo que no voy a...
- ¡Dispararé si no lo haces inmediatamente! - Le cortó.
- Está bien... - Dijo el hombre girándose.
- Tú, regístralo - Me dijo Violet señalando al hombre con la pistola.

Era un hombre de mediana edad, algo mayor que yo. Llevaba un uniforme por lo que deduje que trabajaba en la aduana. Tenía el cabello corto, rapado, seguramente para intentar disimular el problema evidente de alopecia que sufría. Al acercarme el olor me echó para atrás y aunque yo mismo llevaba días sin asearme, su olor corporal era realmente espantoso.

Comencé a registrarle, empezando por los tobillos y subiendo por las piernas. No sabía muy bien como hacerlo, pero intenté hacerlo como tantas veces había visto en las películas. Al fin y al cabo no tenía otros referentes.

- Yo sólo quería darles las gracias... - Me dijo el hombre.
- Gracias, ¿por qué?
- Por haberme sacado de allí - Dijo señalando un edificio pequeño que estaba situado tras la barrera que queríamos pasar con el coche.
- ¡No se mueva! ¡Las manos tras la nuca! - Le ordenó Violet.
- Nosotros no te hemos sacado de allí - Dije mientras inspeccionaba sus bolsillos del pantalón.
- ¿No han pulsado un botón que hay en aquella cabina?
- Sí pero... Nosotros queríamos elevar la barrera...
- ¡Pero me han liberado! Pensaba que moriría en aquella habitación.
- Está limpio - Le comuniqué a Violet.

Violet se acercó. - No has mirado aquí - Dijo mientras cogía con su mano izquierda la entrepierna del hombre que pegó un brinco del susto. - Ahora sí, está limpio. ¿Que hacía ahí señor... Ramírez - Acabó diciendo tras mirar la placa que llevaba el hombre.

El hombre relajó su postura. - Pues verán... Hará como tres días me encontraba trabajando aquí como a diario cuando estalló el caos. Llegó un pequeño grupo de personas a pie que empezaron a agredir al personal que se encontraba trabajando aquí. En un forcejeo uno de ellos me mordío esta mano - dijo mostrando la herida - y no había forma de controlarlos. Los agentes de policía que se encontraban aquí logró reducirlos, esposarlos y fue necesario hasta amordazarlos. Debían estar drogados o qué se yo, pero parecían no sentir dolor. Todo cambió cuando apareció una mujer sin una pierna y con el torso destrozado reptando por el suelo. Era imposible pero estaba moviéndose aunque con esas heridas debía estar remuerta, les puedo asegurar que es cierto y no me lo invento.

- Te creemos... ¿Qué más pasó? ¿Cómo acabaste encerrado allí? - Le pregunté.

- Pues verán, cuando apareció aquella mujer una de mis compañeras gritó "¡Son muertos vivientes!" y empezó a decir que había escuchado decir que un brote "zombi" se había dado a no se cuántos kilómetros de aquí y que estábamos perdidos. Perdió el juicio. Todos lo perdieron.

Sí es cierto que yo también había escuchado rumores sobre ese hecho, pero ¿quién en su sano juicio cree algo así? Introdujeron el cuerpo de la mujer en aquella cabina de allí - señaló una cabina que había al lado de la que yo había entrado antes - y decidieron huír todos hacia el interior de Francia no sin antes encerrarme en el aparcamiento subterráneo que hay bajo ese edificio de atrás y que no puede ser abierto desde dentro por seguridad. Para salir te deben dar permiso desde estas cabinas. Me encerraron porque decían que al haberme mordido aquél idiota yo me convertiría en un muerto viviente, ¿se lo pueden creer? Y allí llevaba ya unos días, no sé ni cuantos por no poder ver la luz del día hasta que llegaron ustedes y me rescataron.

- Entonces los muertos ya han pasado por aquí. Ya es algo internacional sin contar los brotes que se hayan dado en otros países por la distribución o robo del producto... - Dijo Violet, abatida.

- ¿Qué me dicen? ¿Ustedes creen todo ese rollo de los muertos que caminan? ¡Me mordieron y estoy vivo!

- A mí también me mordieron y estoy vivo - Le dije mostrándole la herida del brazo que había cicatrizado bastante bien pese a las malas condiciones higiénicas. - pero lo de los muertos es cierto. Es una larga historia pero nos dirigimos a Burdeos, donde se desarrolló lo que ha originado todo este desastre. Ayúdenos a levantar la barrera para poder pasar con el coche.

- ¿Qué cojones le estás contando? ¿Para qué se lo dices? ¿No pensarás en que nos acompañe? - Me recriminó Violet.

Me encogí de hombros e hize una mueca con la boca señalando a Ramírez sutílmente queriendo demostrarle a Violet que aquél hombre no parecía ser una amenaza en absoluto. Después de haberlo tratado esos minutos parecía una persona ingenua a la que habían encerrado cruelmente en aquél aparcamiento, no podía abandonarlo a su suerte.

- ¿Tienen algo de comer ahí? - Dijo Ramírez señalando al coche - ¡Ah! Por cierto, la barrera se puede elevar manualmente - dijo entre risas mientras la elevaba. - Es una suerte que no se diesen cuenta, si no seguiría allí encerrado ¿no creen?

PostHeaderIcon Capitulo 42

- Venga conmigo señor Torres. Si conseguimos hacer funcionar ésto es posbile que tengamos mucho ganado.

Observé como se llevaban a Raquel y Laura por un lado y al chico pelirojo por otro.

- No se quede atrás o se perderá. El estadio es más grande de lo que parece a simple vista.

Tras bajar una planta y atravesar un pasillo llegamos a una puerta cerrada. El Sargento se sacó un manojo de llaves del bolsillo y la abrió.

- Mire, aquí tenemos todo lo que pudimos traer. Hay fusiles, munición para los fusiles, para las ametralladoras, algunos recambios para los helicópteros, combustible... Pero todo esto no nos va a salvar. Las balas no les hacen nada a esos bichos - Dijo mientras pasaba su mano derecha por una caja de munición. - Sin embargo, tenemos esto, dijo sacando una caja metálica que había bajo una mesa.

Introdujo un código y abrió la caja. En ella había piezas metálicas y un maletín.

- Esto nos podría ayudar a conseguir suministros hasta que alguien pueda venir a por nosotros. Es alta tecnología. Un prototipo que creo que llegó de Alemania y nos dejaron para probarlo. Creo que si la cosa iba bien España pensaba comprar centenares de estos pero bueno eso ya da igual. El caso es que el ingeniero o informático o lo que fuese el chico que tenía que hacerlo funcionar murió en uno de los ataques de los bichos.

- Pero... ¿Qué es exactamente? Le dije mientras examinaba la caja con la mirada.

- Se supone que es un robot de reconocimiento. Es capaz de sortear obstáculos, escalones y demás y además puede llevar una carga de unos cien kilos, o eso me dijeron. Hay que montarlo y bueno, en teoría con ésto - Dijo sacando el maletín - se le dan las órdenes a distancia.

Estaba perplejo. ¿De verdad cería...? Yo estaba acostumbrado a programar cosas inofensivas. Un programa de diseño gráfico, editores de video y audio... No un arma de guerra al estilo "Robocop". ¿Y si me equivocaba en algo? Con los programas para el gran público a lo sumo salía una ventanita de error y te llamaba la empresa cagándose en tus muertos, pero aquí ¿qué podía pasar? ¿Podría girarse y matarnos a todos? ¿Qué pasa si lo programo mal, cae por algún agujero y lo perdemos? Esto deberá costar un pastizal...

- ¿Va armado? - Pregunté.
- Creo que sí. Al lado de las pinzas que usa como manos lleva acoplado un pequeño fusil y en el otro brazo un kit de herramientas. ¿Sabrá ponerlo en marcha?

- Bueno... Es bastante diferente a todo lo que yo he programado...
- Si lo prefiere le quito el sello y lo mando abajo con el pelirojo, pero le advierto que la comida "VIP" merece la pena.
- Le echaré un vistazo. Quizá pueda hacer que funcione.
- Perfecto.

El Sargento cogió un walkie-talkie que llevaba en el cinturón y habló por él:

- Fernández, mándeme un soldado raso al almacén, necesito que vigile a uno de los hombres que acaba de llegar.

PostHeaderIcon Capitulo 41

El estadio era un gran bloque de hormigón con casi un centenar de años a sus espaldas. Algunas grietas asomaban por sus muros como las venas se marcan en los brazos de los ancianos.

El helicóptero dio un par de vueltas alrededor del estadio y después comenzó a descender sobre el círculo central del campo que se encontraba bastante desdibujado. La cal que lo formaba había ido desapareciendo aterrizaje tras aterrizaje.

Cuando el Super Puma se posó en el suelo alguien abrió la puerta desde fuera y el Cabo Fernández nos invitó a salir moviendo ligeramente la cabeza.

El estadio estaba lleno de gente que corría de un lado para otro. Pude ver dos nidos de ametralladora instalados cerca de una de las bandas, próximos al túnel de vestuarios.

- Cabo.. ¿Para qué...? - Pregunté señalando las ametralladoras.
-Precaución. Vayan los cuatro con estos hombres; ellos les conducirán ante el Sargento.

Entramos por el túnel de vestuarios junto con dos soldados rasos. Tras subir varias plantas llegamos ante una puerta que tenía uno de esos carteles de "Prohibido entrar salvo personal autorizado" y uno de los soldados golpeó la puerta dos veces con sus nudillos.

- Adelante.- Sonó desde dentro. Era la voz de un hombre de seguramente cuarenta y tantos años.

Uno de los soldados abrió la puerta y nos invitó a pasar. Entramos todos y el segundo soldado cerró la puerta tas él.

El Sargento nos estudió con su mirada durante un momento y después sacó unos papeles.

- Tú, ¿nombre? - Preguntó señalando a Rubén.
- Rubén Torres.
-¿Conserva su DNI?
- No... Lo perdí.
- Da igual... - Continuó rellenando el papel con los datos de Rubén. - ¿Qué sabe hacer señor Torres?
- ¿Qué se hacer de qué?
El Sargento soltó un suspiro. - Mire, esto son cartillas de racionamiento y cada cual tiene lo que se merece. Si alguien es útil para los demás es lógico que obtenga más beneficios que los demás ¿no cree?

Antes de que Rubén pudiese decir algo, continuó:

- Así que si sabe hacer algo que puedar ser de utilidad como tener conocimiento en el uso de armas, pilotaje de aeronaves, conducir vehículos pesados o lo que sea, este es el momento de decirlo.

- Bueno... Antes de que todo esto sucediese era informático. No sé si eso...

- Quizá sí. Dijo el Sargento sin dejar terminar a Rubén. Tenemos algo que queremos hacer funcionar y por el momento está cogiendo polvo en un almacén improvisado. Acuérdese de enseñar bien el sello éste que le pongo cuando vaya a comer o a cenar.

- ¿Nombre? - Preguntó mirándome a mí esta vez.
- Raquel Martínez. Era cocinera. - Contesté adelantándome a su siguiente pregunta.
- Cocinera ¿eh? A ver si es capaz de preparar algo mejor que los purés que estamos comiendo estos últimos días. ¿Y ella? ¿Es su hija?
- Sí. - Contestó Laura
- Recibirá ración y media para ambas más el plus por saber cocinar, si es que se lo gana.

Continuó rellenando las cartillas y sellándolas.

- ¿Y tú? ¿Qué me cuentas? - Dijo dirigiéndose al chico pelirojo.

No obtuvo respuesta.

- ¿Te ha comido la lengua el gato, chabal?
- Desde que le conocimos no ha dicho nada - Dijo Rubén.
- Pues nada, ración normal para el señor anónimo...

Recuerden que cada semana deberán renovar la cartilla y que dependiendo de su trabajo pueden perder el plus que dicen merecer.

- Soldado, acompañe a la señora Martínez a la cocina. Preséntele a nuestro cocinero y que le ayude a preparar la comida. Que empiece a ganarse el pan. Puede dejar a su hija abajo. Hay dos chicas que se encargan de todos los niños que tenemos.

- Torres, usted se queda conmigo. Quiero enseñarle algo.

-Al pelirojo llevadlo con los ancianos y los civiles que no saben hacer nada útil... Ya se me ocurrirá algo para él.

PostHeaderIcon Capitulo 40

El helicóptero avanzaba rápidamente sobre las calles de la ciudad. Los muertos salían de edificios, matorrales, coches y otros sitios donde se hubiesen metido y miraban al cielo alzando sus brazos -aquellos que aún los conservaban- tratando de alcanzarnos.

- Ayer haciendo ronda de reconocimiento vimos la acumulación de muertos alrededor de las instalaciones de la piscina e imaginamos que debía haber gente allí atrapada - Comentó el cabo Fernández mientras miraba por una ventanilla. Me miró y siguió su discurso.

- Decidimos venir a buscarles como hemos hecho con los supervivientes que hemos ido encontrando y ha sido posible rescatarlos. Sabemos que hay mucha gente encerrada en sus casas pero no podemos hacer nada por ellos. No hay forma viable de llegar hasta donde se encuentran. Han tenido suerte ustedes - Terminó diciendo mientras su rostro mostraba una media sonrisa.

- ¿Hacia donde nos dirigimos? - Preguntó Rubén.
- Nos dirigimos hacia el estadio de fútbol donde hemos conseguido atrincherarnos cuando la zona segura saltó por los aires. Parece ser que alguien infectado logró entrar y...
- Lo sabemos, estábamos allí - Le corté.
- ¿Y volvieron a la ciudad?
- Sí. Queríamos defender nuestros hogares, nuestra ciudad - Contesté.
- Un error que les pudo haber costado la vida, de hecho les ha costado la vida a sus dos amigos. Bien, como decía, cuando la zona segura saltó por los aires los muertos salieron en todas direcciones haciendo que fuese imposible controlarlo. Nosotros no nos encontrábamos allí, estábamos de camino en ese momento y perdimos las comunicaciones poco después. Sobrevolamos la zona y nos dimos cuenta de que algo había pasado, la gente corría en todas direcciones perseguida por los muertos y pocos lograron escapar. La última comunicación que recibimos fue para decirnos que abortásemos la misión, pero no recibimos nuevas órdenes.

- Y después, ¿qué pasó? - Preguntó Rubén.

- Después tuvimos que tomar decisiones. La primera fue buscar un lugar seguro y que permitiese el aterrizaje y despegue de los tres helicópteros que teníamos. Los dos Super Puma que habéis visto y un helicóptero de transporte CH-47 Chinook.

- Y decidieron que un estadio de fútbol era el lugar ideal - Me adelanté.

- Si no el ideal, era un buen sitio. Aterrizamos y cerramos a cal y canto todas las entradas que tenía el estadio y utilizamos algunas de las estancias como improvisados dormitorios.

- ¿Cuánta gente hay allí? - Preguntó Rubén, rascándose la barba que le había crecido en las últimas semanas.

- Contamos con medio centenar de soldados y hasta ahora hemos podido rescatar una veintena de personas, aunque sabemos que hay cientos, quizá miles en las ciudades y pueblos más próximos.

- ¿Y cuál es el plan? - Quise saber.

Un soldado resopló.

- El plan es sobrevivir hasta recibir nuevas órdenes y rescatar a todos los civiles que podamos, pero si no recibimos noticias del exterior en los próximos días podríamos encontrarnos en una situación comprometida.

- ¿Hay suficiente alimento? ¿Material básico? ¿Armamento?

- Después seguimos hablando sobre todo eso, hemos llegado.

PostHeaderIcon Capitulo 39

Habían sido dos días duros, durísimos. No sólo por no tener ya alimento, si no por el incesante bramido de esas bestias que se agolpaban alrededor de todo el recinto. Incluso en la parte más interior de las instalaciones sus gritos eran audibles.

No se nos había ocurrido nada para salir de allí. Era imposible saltar la verja e intentar correr; habían cientos, miles de ellos. Muchos más que hacía dos días. Se agolpaban unos sobre otros y en cualquier momento la montaña de muertos rebasaría por alto la verja, no había duda.

Hacía un día, viendo que tarde o temprano conseguirían entrar, habíamos decido encerrarnos en las instalaciones y no salir a los jardines. Estuvimos buscando algún conducto o cañería lo suficientemente grande por la que poder salir de allí bajo tierra, pero no hallamos nada.

Habíamos empezado a resignarnos, empezado a ser conscientes de que aquella piscina sería nuestro sepulcro.

- ¡Vamos a morir! - Gritaba Marta golpeando una pared con su puño mientras lloraba. Raúl fue a consolarla posando una de sus manos sobre su hombro derecho.

- ¿Vamos a morir mami?

- No cariño, claro que no.- No creía ni una palabra de las que acababa de decir, pero no podía decirle la verdad. No a una niña. No a mi hija.

El chico pelirojo salió de la sala donde nos encontrábamos.

- ¿Dónde va? - Nos preguntó Rubén sabiendo que no obtendría respuesta. - ¡Oye! ¡Vuelve chaval!

Salimos tras él y empezó a correr por los pasillos de las instalaciones. Se dirigía hacia la puerta. Seguramente la presión había podido con él y al no poder aguantar más había decidido que lo mejor era entregarse y acabar con la agonía.

- ¡No lo hagas! - Le gritó Raúl.

Abrió la puerta de las instalaciones y el gruñido de los inmortales resonó más fuerte que nunca. Pero además de sus rugidos, había algo más. Un ruido de fondo que cada vez se hacía más audible comenzó a silenciar a los muertos.

- ¿Qué pasa?- Pregunté saliendo con la niña en brazos. Todos miraban al cielo, poníendose una mano sobre los ojos para protegerse del Sol que brillaba como cualquier otro día, ignorante de lo que estaba sucediendo. Sin duda, con humanos o sin ellos, todo seguiría adelante.

Imité a mis compañeros y entonces lo vi. Eran dos helicópteros que se acercaban a nuestra posición. Marta y Raúl comenzaron a gritar y a hacer aspavientos para llamar la atención, pero era evidente que ya nos habían visto.

Conforme se acercaban pude ver que eran dos helicópteros militares. Eran de color verde oscuro y no llevaban ningún distintivo visible, almenos a la distancia a la que se encontraban.

- ¡Son dos Super Puma! - Exclamó Raúl, que parecía emocionantísimo.
- ¿Eso es bueno o es malo? - Preguntó Rubén.
- Bueno. Se trata del AS332 SuperPuma del ejército español. Estamos salvados.

Los helicópteros dieron un par de vueltas sobre nuestras cabezas, supongo que sopesando la posiblidad de aterrizar en los jardines. Seguramente no era el mejor sitio donde posar esos dos pájaros metálicos, pero no había otra opción.

Finalmente acabaron aterrizando sobre los jardines, destrozándolos por completo. Me aparté el pelo de la cara para ver como varios soldados armados con fusiles salían de uno de los helicópteros mientras que el otro sólo abría su portón corredero.

Uno de los soldados parecía tener un rango superior o diferente a los otros dos que se nos acercaban. Él mismo fue quien habló al llegar hasta nuestra posición.

- Hola, soy el cabo Fernández, ¿hay más supervivientes? Hay que salir de aquí cuanto antes.
- No, no hay nadie más ¿Cómo nos han encontrado? - Pregunté.
- No hay tiempo para explicaciones, suban y de camino al estadio les informaremos de la situación.
- ¿Estadio? - Preguntó Raúl, sorprendido.

En ese momento un par de muertos, los que se encontraban en la parte más alta de la montaña de cadáveres, consiguieron saltar al interior del recinto y comenzaron a correr hacia nosotros.

- ¡Vámonos! - Grito el cabó Fernández empujándonos hacia los helicópteros.

Los dos soldados rasos que lo acompañaban alzaron sus fusiles y comenzaron a disparar. Los cadáveres cayeron, pero se volvieron a levantar y continuaron corriendo. Otra ráfaga los envió al suelo de nuevo, a uno de ellos con la cabeza en mil pedazos. Eso no le impidió levantarse y salir corriendo, aunque esta vez lo hizo en la dirección equivocada y acabó chocando contra la verja metálica.

Subimos a los helicópteros. Rubén, Laura, el chico pelirojo, el cabo Fernández yo subimos al primero mientras que Marta y Raúl subieron en el otro. Los dos soldados rasos continuaban disparando sobre los cuerpos maltrechos de lo que algún día fueron personas.

Ahora ya eran varias docenas los muertos que habían conseguido pasar la verja y corrían hacia los helicópteros.

Las hélices empezaron a girar mientras los dos soldados todavía disparaban a la vez que iban reculando hacia el helicóptero donde se encontraban Raúl y Marta. Nuestro helicóptero comenzó a alzarse y al poco pude ver como el otro hacía lo mismo, mientras los soldados trataban de saltar a su interior.

Los inmortales llegaron hasta ellos antes de que pudiesen coger la suficiente altura para estar a salvo y se agarraban con todas sus fuerzas a cualquier cosa, ya fuesen las ruedas, o cualquier otro elemento del helicóptero al que pudiesen aferrarse para no dejar escapar a su presa.

Debido al peso de las decenas de muertos que ya se agolpaban a su alrededor, el helicóptero empezó a virar hacia un lado, inclinándose. La hélice superior del aparato tocó el suelo, partíendose en mil pedazos y haciendo que el helicóptero se estrellase.

- Sabía que no debíamos haber venido a por ellos, ¡joder! Hemos perdido otro helicóptero, otro piloto y valioso material para rescatar a cuatro civiles - Gritó un soldado.

- ¡Cállate! - Le ordenó el cabo Fernández. - Hemos hecho lo que debíamos.

Mientras nos alejábamos podía ver a cientos de muertos que se agolpaban sobre el helicóptero, ahora ya invisible. Un pequeño fuego salía de la multitud, producido por el helicóptero al chocar contra el suelo, pero no parecía importarles lo más mínimo. Ojalá terminasen todos carbonizados.

PostHeaderIcon Capitulo 38

Nos encontrábamos en una carretera que se extendía hasta el horizonte, en medio de ninguna parte.

Hasta entonces, pese a que no lo había dicho ella directamente, creía que Violet debia trabajar para el gobierno inglés, pero las cosas no encajaban. Nadie se ponía en contacto con ella. ¿Por qué enviarían a una sola persona a por algo tan importante? ¿Por qué su gobierno no informó al nuestro del peligro que se avalanzaba sobre nosotros? Hubiese sido más fácil hacer una llamada y que interceptasen el paquete que correr el riesgo de que todo esto se desatase.

- Ya no tiene sentido que te lo oculte durante más tiempo. Tenía la esperanza de poder volver a hacer mi vida de siempre al salir de la ciudad, pero parece que esto ha llegado demasiado lejos y dudo que haya ejército capaz de haber podido parar esto.

Como sabes la industria cosmética mueve miles de millones de libras, euros o dólares al año. La gente cada vez más se aferra a este mundo material y quiere aparentar tener menos edad que la que realmente tiene. Todo empezó así, buscando un nuevo producto cosmético capaz de hacer rejuvenecer algunas células.

-Yo trabajaba en la mayor empresa inglesa de cosmética y me dieron un presupuesto de millones de libras para ver si era capaz de encontrar un producto que permitiese a la empresa sacar ventaja frente a la competencia y así monopolizar de alguna forma el mercado. De eso hará unos tres años.

Me hice con el mejor equipo que pude y empezamos a trabajar en el producto del siglo XXI que toda mujer querría tener. Empezamos trabajando con todo tipo de cosas, ¿has visto los anuncios de baba de caracol? No importa lo repugnante que sea, la gente lo comprará si funciona -o cree que funciona- así que nos pusimos a trabajar con infinidad de cosas que ni te imaginarías.

Pasaron dos años, los resultados no llegaban y desde arriba amenazaban con cerrarme el grifo y quitarme el proyecto si no conseguía resultados. Es lo que tienen los proyectos de investigación, no importa si llevas trabajando en ellos un año o diez, sólo importan los resultados, y no teníamos nada en ese momento.

Entonces fue cuando conocimos de la existencia de la turritopsis. Tomamos los trabajos que ya se habían hecho hasta el momento y en poco tiempo obtuvimos unos resultados magníficos.

Conseguimos una crema que retrasaba el envejecimiento de la piel, mejor dicho, lo frenaba en seco. ¿Sabes lo que significaba eso? Nos haríamos literalmente de oro. Ya lo habíamos encontrado, ya teníamos lo que habíamos estado buscando esos últimos años pero como bien sabes las cosas no acabaron bien. Fuimos demasiado codiciosos, demasiado ambiciosos y es que entonces se abrieron otras puertas, otros proyectos mucho mayores.
Desde la empresa decidieron no sacar el producto a la venta e intentar no sólo frenar el envejecimiento de la piel, sino el de todo un organismo.

Así fue como empezamos a trabajar en la vida eterna, y a partir de aquí todo empezó a ir mal-.

- ¿Que pasó? -Pregunté, intrigado.

-Hubieron problemas dentro del equipo. Pequeños roces que cada día se hacían más notables hasta que un día el equipo se partió en dos. La mitad seguimos trabajando para nuestra empresa y los otros nos robaron la información y se la vendieron al mejor postor, en este caso los laboratorios franceses de Burdeos.

Empezaron las prisas, quien antes sacase el producto se forraría mientras que el otro no sería más que la copia barata por lo que la empresa nos presionaba para que obtuviésemos resultados lo antes posible. No entendían que aunque nos ofreciesen todo el dinero del que disponían era imposible hacerlo más rápido.

Conseguimos darle la vida eterna a seres unicelulares, a algunas bacterias. Especies que tenían ciclos vitales de minutos u horas conseguían sobrevivir durante todo el tiempo que las dejásemos. Incluso si las sometíamos a condiciones extremas ya fuesen de temperatura, presión, humedad o lo que fuese seguían viviendo así que parecía que lo habíamos conseguido. Nada más lejos de la realidad...

El día que hicimos el primer ensayo con mamíferos nos dimos cuenta de lo lejos que estábamos de conseguirlo. Inoculamos la muestra en un ratón y parecía que funcionaba, pero al someterlo a diferentes pruebas murió... ¡Pero volvió a la vida! Volvió y empezó a atacar a los demás ratones, fue un desastre.

Y entonces fue cuando desde Francia anunciaron su producto. En realidad no habían conseguido más que nosotros. Contábamos con espías en su empresa, ¿no se creerían que después de robarnos la idea y nuestro trabajo iban a irse sin más, no? y nos comentaron que habían conseguido lo que nosotros unos meses atrás, hacer que un organismo unicelular sobreviviese. Después lo habían probado en mamíferos y estos habían respondido bien, pero no se habían dado cuenta de que volverían a la vida puesto que no los habían llevado a situaciones límite. Simplemente habían dejado que la vida siguiese su curso y habían visto que el ratón no moría pese a sobrepasar con creces su esperanza de vida.

- ¿Y las pruebas en humanos? - Pregunté.

- No hubieron. Fueron tan imbéciles y tales eran las prisas por sacarlo al mercado que ya lo estaban empaquetando antes de probarlo. Aunque realmente dudo que lo sacasen a la venta antes de probarlo.

- ¿Y cómo fue que salió entonces si lo iban a probar? ¿Y tu contacto, sigue en Burdeos?- Las preguntas se apilaban en mi cabeza.

- Ni idea. Lo último que supimos es que alguien más tenía uno o más topos en Burdeos y estaban sacando el producto que aún estaba en pruebas. Era de esperar. ¿El descubrimiento más grande de la historia y se lo iban a quedar ellos? Sin duda todo el mundo estaba informado de esto, y con todo el mundo no me refiero a los civiles, me refiero a los servicios de inteligencia de todo el mundo. Salieron algunas muestras de Francia y a mí me mandaron hacia aquí a interceptar la muestra que iba a recibir tu amigo.

- ¿Y quién era el contacto de Ramón?

- Ni idea. No sé ni cuántas muestras salieron de Francia ni hacia donde. A mí simplemente me mandaron hacia aquí a interceptar esta. Sin duda salieron más y seguramente los serivicos de inteligencia americanos, rusos y chinos tengan que ver con esto, pero no tengo información de primera mano al respecto.


Mi cabeza era como una biblioteca en la que los libros se encuentran esparcidos por todas partes y ahora tocaba ordenar toda esta nueva información y sacar unas conclusiones para poder tomar las próximas decisiones.

Seguí conduciendo. Poco a poco iba asimilando todo y tenía la impresión de que en la frontera no nos esperaría nadie, al menos vivo.

PostHeaderIcon Capitulo 37

El muerto saltó del capó al techo del coche y levantando la cabeza pude ver como con cada pisada la carrocería se bollaba y se hundía. Saltó del coche y salió corriendo tras Vanesa, que corría como una poseída carretera abajo.

- ¡Tenemos que salvarla! - Le grité a Violet, esperando que ella supiese el cómo.
- Es una estúpida. Está perdida - Contestó Violet con más tranquilidad de la que el momento propiciaba.

Volví a girar la llave en el contacto y esta vez el coche se encendió. Metí la marcha atrás y apreté el acelerador a fondo. Las revoluciones subieron hasta niveles peligrosos para el viejo motor del Mitsubishi y después el coche salió chirriando hacia atrás. Adelanté a algunos muertos que corrían paralelamente al coche. A otros, simplemente, me los llevé por delante o los golpeé con el vehículo.

Traté de llegar a Vanesa, pero no fue posible. La podía ver por los retrovisores mientras corría. Se estaba viendo rodeada y decidió salir de la vía. Saltó un pequeño muro que delimitaba la autopista y empezó a correr campo a través. Los muertos la siguieron, gimiendo como bestias dementes.


Fue la última vez que vimos a Vanesa. No podía creerlo. Aunque siempre quedase la esperanza de que hubiese podido escapar y encontrar un refugio, la realidad era que lo más probable es que estuviese vagando por ahí junto a sus perseguidores, siendo ahora una de ellos.

En cierto modo nos había salvado la vida a cambio de la suya aunque no fuese su intención. El hecho de que saliese corriendo atrajo a todos los muertos de la zona y nos permitió, tras perderla, poder deshacer parte del camino con el coche y tomar una salida de la autopista.

¿Debería haber salido a por ella cuando la vi cruzar el muro? ¿La hubiese podido salvar? Quería creer que no. Seguramente si hubiese salido tras ella hubiese corrido la misma suerte.
Fue un gran golpe. Pese a que habíamos vivido momentos límite jamás imaginé que uno de nosotros no lo lograría. Habíamos pasado todo esto juntos. Desde que a Ramón esa noche le dio por suicidarse y volver a la vida, hasta ahora. No me lo podía creer.

¿Qué pasaría si nos volvíamos a ver rodeados? ¿Cómo llegaríamos ahora a Burdeos? Esa autopista bloqueada suponía tener que hacer unos cuatro cientos kilómetros extras para poder llegar hasta allí.

-Por cosas como esta os recogí y no os maté en ese aparcamiento - Me soltó Violet de repente.

En ese momento me entraron ganas de matarla, o incluso de estrellar el coche contra el próximo muro que viese, pero me contuve. ¿Sería tan fría como aparentaba? ¿Realmente nos utilizaba? Yo sabía que ellas dos no se soportaban. Saltaban chispas cada vez que discutían, pero me niego a creer que no le haya importado en absoluto la muerte, mejor dicho, pérdida de Vanesa.

- Violet, realmente ¿tú quién eres?

PostHeaderIcon Capitulo 36

El Sol comenzó a llegar a su posición más alta, indicándonos que nos encontrábamos cercanos al mediodía. Continuábamos nuestro camino hacia Burdeos por carretera pero cada vez era más difícil avanzar.

Al principio, simplemente encontrábamos un muerto aquí o allá que salía corriendo tras el coche durante un rato. Después, fue un goteo constante y era raro no tener a uno o varios tras el coche. Normalmente corrían un rato, hasta que nos perdían de vista u otra cosa les llamaba la atención, pero para cuando eso sucedía ya nos había visto otro que se había puesto a correr tras nosotros.

Más tarde encontramos algunos coches; la mayoría bloqueando la calzada y que tuve que ir esquivando de la mejor manera posible invadiendo el arcén.

La aguja del depósito se encontraba abajo del todo, pero no porque no tuviésemos combustible, sino porque finalmente estaba rota. Estimábamos que nos quedaba no más de medio depósito, unas dos horas de viaje antes de tener que volver a parar.

En dos horas podríamos llegar a la frontera sin problemas, pero, ¿y si las cosas allí estaban peor?

Todo lo que íbamos encontrando mientras avanzábamos evidenciaba que la población, en un intento desesperado por escapar, había decidido ir hacia el país vecino en busca de refugio. Todo parecía indicar que muchos no lo habían conseguido.

La mano de un muerto que no había visto golpeó la ventanilla y me hizo pegar un bote en el asiento del Mitsubishi y acelerar a fondo del susto. Al mirar por el retrovisor vi al hombre en el suelo, incorporándose. El coche, al ir a tanta velocidad lo había arrastrado hasta el suelo.

- ¡Frena! - Gritaron las dos chicas al unísono.

Frené en seco y miré al frente. Debido al frenazo el coche se caló. Delante habían un montón de vehículos empotrados los unos contra los otros en lo que debía haber sido un accidente múltiple. Seguramente algunos habían ardido pues se encontraban carbonizados. Otros simplemente eran un amasijo de hierros que poco tenía que ver con el coche que había sido hasta hacía unas semanas atrás.

Los muertos empezaron a correr hacia nosotros saliendo de todas las direcciones. Muchos salían de entre los coches, donde seguramente habían encontrado su última víctima. Giré la llave en el contacto, pero el coche no se encendió.

- Me cago en la puta... - Musité.

Los muertos comenzaron a golpear el coche, pude oír como varias ventanillas se rompían en mil pedazos. Con manos sudorosas probé de nuevo a girar la llave en el contacto; nada. En ese momento un muerto saltó sobre el capó del coche, dejándome ver unas zapatillas deportivas gastadas y descoloridas. Incluso una de ellas estaba rota y asomaban unos dedos sucios y mugrientos. Sólo pude contar tres, en algún momento debió perder los otros dos, seguramente en el momento que se rompieron las zapatillas al pasar demasiado cerca de algo cortante.

Vanesa, en un ataque de pánico y sin decir nada, salió del coche y echó a correr. Todos los muertos que había alrededor del coche salieron tras ella como los galgos salen tras la liebre en una carrera.

PostHeaderIcon Capitulo 35

El tiempo se paró en ese momento. Docenas de muertos forcejeaban tras la verja metálica e incrementaron su actividad al vernos aparecer. Todos estaban muertos indudablemente. Algunos presentaban mejor aspecto que otros, pero todos estaban muertos.

Un chico con el pelo apelmazado y lleno de sangre introducía el muñón que era su brazo por la verja mientras gemía como un animal enloquecido.
Una mujer anciana, que estaba partida por la mitad a la altura de las costillas se encontraba agarrada a los barrotes por la parte más inferior de éstos. Mientrastanto otros cuerpos le pisoteaban la cabeza convirtiéndola en un amasijo carnoso.

Nadie dijo nada, pero todos comprendimos que deberíamos sobrevivir allí dentro más tiempo del deseado. Deberíamos administrar mejor si cabe los pocos suministros que hubiesen, puesto que la opción de salir ya no era viable.

Entramos dentro y cerramos las puertas. Estuvimos hablando un buen rato y llegamos a la conclusión de que nos debieron escuchar llegar, además de escuchar todo el ruido que habíamos armado al encontrar a la mujer en los servicios y a los muertos en la piscina. A partir de ahora trataríamos de no armar follón, aunque quizá ya era demasiado tarde.

El ruido que hacían los muertos seguramente atraería a más y más y, pese a que no me atreví a decirlo, seguramente lograsen entrar tarde o temprano si su número seguía creciendo a ese ritmo.

Decidimos hacer una batida por todo el edificio para asegurarnos que no quedaban más muertos dentro que los que había en la piscina y la que se encontraba atada en los jardines exteriores y para conseguir reunir el poco alimento que allí hubiese.

Por suerte, no había más muertos; pero por desgracia tampoco había demasiados alimentos y menos para mantener a seis personas. Pudimos saquear algunas máquinas expendedoras, concretamente dos. Una de ellas estaba repleta de bebidas y agua, la otra de chocolatinas, patatas y demás tentempiés. Además pudimos encontrar un bocadillo de chorizo en un cajón de la mesa que había en recepción. Supongo que era el almuerzo o la comida de la recepcionista pero cuando el mundo se fue a la mierda se lo dejó olvidado.

Comimos y bebimos algo, no lo suficiente, pero almenos tuvimos algo que llevarnos a la boca. Guardamos todo lo que nos quedaba, que no era más que la mitad de lo obtenido y nos dispusimos a dormir, esperando que la absencia de ruido dispersase a los muertos. No era un lugar cómodo pero conseguimos unas colchonetas inchables de la piscina y las estiramos en los vestuarios.

Teníamos un día de margen para encontrar la manera de salir de allí.

PostHeaderIcon Capitulo 34

Seguramente habían utilizado la piscina como depósito para los inmortales. O quizá simplemente habían caído mientras vagaban por las instalaciones y ya no habían podido salir.

Sea como fuere, habíamos perdido una de las cosas más importantes de las instalaciones, el agua. Nos tocaría salir ahí fuera para conseguirla y eso significaba enfrentarse a más inmortales.

Decidimos poner en marcha mi plan, si es que se le puede llamar así a intentar atar a la mujer que estaba retenida en los servicios con esas cuerdas con bolas de plástico que sirven para separar las calles de la piscina.

Acordamos hacerlo del siguiente modo:

Raúl y Rubén aguantarían la cuerda unos metros por delante de la puerta de los servicios. El chico pelirojo que aún no había dicho ni mu abriría la puerta a la de tres y, una vez la tuviesen bien amarrada yo la amordazaría con la parte superior de un chándal para que no pudiese morder a nadie. Mientrastanto Marta se quedaría con Laura lejos de allí.

Llegamos al cambiador con la larga cuerda y nos preparamos todos en nuestras posiciones. No se escuchaba nada tras la puerta pero sin duda debía estar ahí. Sun duda a la que abriésemos la puerta saldría corriendo como una loca a por nosotros. Sería similar a cuando en una plaza de toros sueltan al animal, que sale desorientado a la plaza. Esperaba que pudiésemos hacer una buena faena.

Con la mano izquierda Raúl le hizo la señal al chico para que abriese la puerta y éste la abrió de par en par. Nada ocurrió. Todos nos asomamos respirando profundamente, pero ahí no había nada. Se debía haber metido, vete tu a saber por qué, en uno de los servicios.

- ¿Hola? - Probó Raúl.

Hubo un ruido, y entonces apareció. Corrió torpemente entre los servicios, chocando con las puertas de algunos de ellos y salió a por Raúl.
Raúl y Rubén dieron vueltas alrededor de la mujer con la cuerda, enrrollándola completamente.
La cuerda se le trabó entre las piernas y cayó al suelo arrastrando a los dos hombres. Hicieron un nudo a la cuerda, impidiendo así que se soltase.

- ¡Vamos, amordázala!. No quiero escucharla más - Me exigió Rubén.

La verdad es que los gemidos y lamentos eran insoportables. La amordacé sin problemas con cuidado de no tener ningun tipo de contacto con su piel o su boca. No tenía mucha idea sobre como se transmitía aquello, pero todas las precauciones eran pocas.

- Y ahora, ¿qué? - Nos preguntó Raúl señalándola.
- Habría que deshacerse de ella...
-Podríamos lanzarla por encima de la verja que rodea las instalaciones de la piscina.

Nos miramos los unos a los otros y al no ocurrírsenos algo mejor, decidimos cargar con la mujer por las instalaciones. Se movía y eso dificultaba su transporte, pero con cuatro personas no fue mucho problema. Cuando nos dirigíamos hacia la salida nos cruzamos con Marta y Laura que se encontraban mirando algunas fotografías que habían colgadas en la pared.

- Mami ¿dónde lleváis al monstruo? - Me dijo Laura señalando a la mujer inmortal.
- A un sitio donde no nos moleste cariño - Le dije mientras pasaba por su lado.

Marta nos abrió la puerta y salimos con el cuerpo a los jardines exteriores. Por un momento se me pasó por la cabeza enterrarla allí mismo, pero no lo comenté.

Cuando estuvimos lo suficientemente cerca de la verja como para ver lo que nos esperaba en el exterior, perdimos las fuerzas e instintivamente dejamos caer el cuerpo al suelo. Estábamos perdidos.

PostHeaderIcon Capitulo 33

- ¡Salid del coche! ¡Corred hacia la gasoline - No pude terminar de pronunciar la frase cuando el muerto se tiró en plancha sobre el capó del coche, rebentando el parabrisas con la cabeza y cayendo en el interior del vehículo.

Pudimos salir corriendo mientras el monstruo trataba de incorporarse en el interior del Mitsubishi. Llegamos a la gasolinera y corrimos una verja metálica que había en la entrada. Supongo que la usaban cuando cerraban. Nos apartamos de ella caminando hacia atrás y pudimos ver como el muerto corría hasta estamparse contra la verja. Se incorporó y empezó a zarandearla violentamente. Sería cuetión de minutos que, por puro azar, su podrido cerebro se diese cuenta de que para abrir la verja no tenía más que echarla a un lado.

- Coge esto y ponlo en marcha. - Me dijo Violet pasándome un pequeño coche teledirigido que había encontrado en un estante.

Es impresionante la variedad de artículos que puedes encontrar en una gasolinera.

Lo saqué de su envoltorio y accioné un interruptor que había bajo el coche que ponía "On". Lo dejé en el suelo y apreté los mandos. No pasó nada. Cogí el coche y enseguida me di cuenta que no venían las pilas dentro. Se me escapó un "¡Maldita sea!" y giré sobre mi mismo en busca de un estante repleto de pilas para el cochecito.

Mientrastanto, Violet hacía algo con un trapo y Vanesa rebuscaba en una estantería.

Encontré las dichosas pilas tras el mostrador. Las introduje en el coche y entonces sí, funcionó.

Me dirigí hacia Violet pero no pude evitar observar como el hombre al que le asomaba la barriga introducía sus brazos por la verja intentando inútilmente alcanzarnos. Parecía más calmado. Incluso casi parecía que estuviese pensando la forma de poder entrar, si es que esas cosas piensan.

Violet cogió el coche y le ató el trapo empapado en alcohol que prendió con un mechero. Al instante el coche se convirtió en una antorcha móvil.
Me quitó el mando de las manos y dirigió el coche hacia el muerto, colándolo entre sus piernas a través de la verja. Las ropas del muerto comenzaron a arder y entonces hizo que el coche saliese disparado, momento en el que el muerto salió corriendo tras él. Poco a poco el dueño del camión se fue convirtiendo en una antorcha andante, cosa que no parecía importarle lo más mínimo.

Violet volteó con el coche el charco de combustible y acercó el cochecito de juguete al camión cisterna. El hombre pisó el charco, resvaló y cayó irremediablemente haciendo que el fuego se extendiese con rapidez por todas partes. Instantes más tarde el fuego llegó al camión que saltó por los aires y la onda expansiva de la explosión nos hizo caer de espaldas.

Me levanté, aturdido, y me dirigí hacia la verja para tratar de localizar al hombre. No quedaba nada de él. Ni rastro. La explosión lo había hecho saltar por los aires junto con el camión que se encontraba a unos cien metros de donde se encontraba originariamente.

- ¡Salgamos de aquí antes de que el fuego lo consuma todo! - Dijo Vanesa abriendo la verja metálica.

Subimos al coche que se encontraba lleno de trocitos de vidrio y sin parabrisas. También le faltaba uno de los retrovisores del capó que debió llevarse por delante el muerto al tirarse en plancha.

Giré la llave, que había dejado en el contacto al salir corriendo del coche y esta vez el motor arrancó tras carraspear un par de veces. Sin duda deberíamos encontrar otro vehículo si no queríamos perder la vida la próxima vez que tuviésemos que parar el coche.

PostHeaderIcon Capitulo 32

Tras tomar la salida abandonamos la cómoda carretera de asfalto para tomar un camino de tierra bastante irregular. La amortiguación del coche rechinaba con cada pequeño bache o piedra. No tardamos en encontrar la gasolinera que se encontraba a las afueras del pueblo. Desde allí podíamos ver el pueblo que no era más que pequeños grupos de casas que se extendían por la ladera de una pequeña montaña.

Detuve el coche al lado de uno de los surtidores y paré el motor. Desde donde me encontraba no veía a nadie. La gasolinera tenía aspecto de llevar tiempo en desuso. Al ser un pueblo pequeño es posible que fuese una gasolinera vieja, pero tenía la esperanza de que aún quedase combustible.

Bajé del coche para comprobarlo y una vez estuve fuera pude ver que detrás de la gasolinera había otro vehículo. Era un camión cisterna. Se encontraba con la puerta del conductor abierta y estaba en una posición algo extraña ya que cortaba un pequeño camino de tierra.

Pese a todo, no parecía haber nadie por la zona. Me dirigí hacia la manguera del surtidor y la introduje en el depósito tras quitarle el tapón al mismo.

Vanesa y Violet parecían nerviosas dentro del coche.

Apreté, pero no parecía suceder nada. Probé con la manguera de un octanaje superior, pero tampoco sucedió nada.

Entonces se me ocurrió una idea. ¡Claro, todo encajaba!.

- Esperad aquí, ahora vuelvo - Les dije a ellas, y salí corriendo hacia el camión sin prestar atención a lo que me decían. Supongo que protestaron.

Llegué al camión cisterna. Era posible que ese camión estuviese allí porque iba a llenar los depósitos de la gasolinera, pero se desató el caos y el conductor tuvo que abandonar el camión para salvar su vida, o para tratar de hacerlo al menos.

No sabía como acceder al combustible que debía haber dentro del camión, así que accioné al azar una de las válvulas que había en la parte posterior del camión. Desde una enorme manguera comenzó a fluir el combustible que rápidamente encharcó la zona y me empapó la ropa.
Cerré la válvula lo más rápido que pude.

Ya sabía que el camión tenía combustible y cómo sacarlo, pero necesitaba poder llevarlo hasta el depósito del Mitsubishi.

Corrí hacia la gasolinera y patiné con el combustible que había en el suelo alrededor del camión pero pude mantener el equilibrio y evitar así el ridículo.

Una vez dentro de la gasolinera y, tras asegurarme de que no había nadie, busqué recipientes que pudiese llenar. Encontré un montón de garrafas con líquido refrigerante para el motor. Cogí algunas, todas las que pude, y vacié su contenido en el suelo de la tienda. No había tiempo que perder. Si el camión estaba abandonado de esa manera era porque algo había sucedido. De eso no había duda. Así que era posible que hubiese algun muerto por los alrededores.

Salí de la tienda de la gasolinera con las garrafas vacías y corrí hacia el camión, esta vez con más precaución para no resvalar de nuevo. Dejé las garrafas en el suelo y volví a accionar la válvula. Fui llenando las garrafas una a una, aunque la mayoría del combustible acababa esparcido por el suelo formando un lago negro que se extendía en todas direcciones.

Volví a cerrar la válvula y me dirigí al vehículo.

Violet bajó del coche y comenzó a guardar algunas de las garrafas en el maletero. Me había leído el pensamiento. Era una buena idea llevar todo el combustible que pudiésemos. Eso nos evitaría tener que repostar durante más tiempo y poder evitar líos como en el que estábamos en ese momento.

Llené el depóstio hasta que la gasolina rebosó por el borde y me dispuse a cerrarlo cuando vi a alguien que se acercaba. Corría hacía a mí. Era un hombre de mediana edad y de complexión fuerte al que le asomaba una gran barriga bajo una camiseta que llevaba el mismo logotipo del camión cisterna. Definitivamente el conductor no había podido escapar y ahora quería que nosotros nos quedásemos haciéndole compañía para toda la eternidad.

Subí al coche a toda prisa y grité a Violet para que hiciese lo mismo. No pudo cargar todas las garrafas con el combustible pero poco importaba eso ahora.

No habría problema. El hombre estaba lo suficientemente lejos todavía como para poder escapar. Metí la llave en el contacto con manos temblorosas y la giré. El motor tosió un par de veces y se paró. Volví a intentarlo. Otra vez. Una más. En el peor momento posible la batería volvió a fallarle al viejo Mitsubishi.

PostHeaderIcon Capitulo 31

Me desperté entre arcadas. Los rayos solares de la mañana habían calentado el cadáver esparciendo por toda la zona su tufo insoportable. Pude contener el vómito hasta que salí del coche. Me limpié con algunos de los pañuelos que había encontrado el día anterior en el Mitsubishi y entonces me di cuenta de que tanto Vanesa como Violet dormían.

En teoría una de ellas debería estar montando guardia pero el día de ayer había sido demasiado duro como para respetar los turnos de guardia. No me enfadé. Hubiese sido difícil que una de esas criaturas nos hubiesen localizado estando el coche tras los arbustos y en medio de una vía interurbana.

Abrí el capó, tratando de no despertarlas pero vi como Vanesa abría los ojos y se tapaba la nariz y la boca con las dos manos. Deberíamos haber alejado el cadaver de la joven la noche anterior.

Salió del coche y me ayudo a identificar todas las piezas que ocultaba la carrocería del coche japonés. No tardamos en localizar la batería. La saqué y la examiné lo mejor que supe pero sin un voltímetro no tenía manera de saber si estaba gastada o no. Limpié los bornes de la misma y la volví a colocar en su sitio.

Violet ya se encontraba fuera del coche también. La había despertado mientras colocaba la batería.

- ¿Lo has arreglado? - Me preguntó mientras su rostro mostraba una mueca de asco debido al repugnante olor.

- No lo sé. Prueba a ponerlo en marcha.

Se sentó en el asiento del conductor y giró las llaves que ya se encontraban en el contacto. El motor tosió varias veces antes de quedar en silencio.

- A ver, déjame. - Le dije haciéndole gestos para que se apartase.

Giré el contacto apretando a fondo el acelerador y esta vez sí, el motor rugió y se puso en marcha.

Ambas subieron al coche de inmediato entre gritos de júbilo. Volvíamos a tener medio de transporte. Volvíamos a tener algo a lo que agarrarnos.

Puse el coche en la carretera sin mucho problema y seguí hacia adelante sin perder de vista las montañas que se encontraban al norte. Eran nuestra única referencia para llegar a Burdeos.

Pese a que el coche funcionaba, el indicador de la gasolina no se había movido un ápice. O estábamos en reserva (imposible de saber en un Mitsubishi Galant GTO de los años 70) o el indicador de la gasolina estaba roto. Cualquiera de las dos cosas era mala.

Decidimos parar a repostar en la próxima gasolinera que viésemos indicada y así descartar, o no, que el indicador estaba roto.

Tras recorrer unos diez kilómetros vimos señalizada en la carretera una gasolinera. Se encontraba en un pequeño pueblo al que accedimos tomando una salida a la derecha un kilómetro más allá. Sin duda era una mala idea entrar en un nucleo urbano, aunque fuese pequeño, pero no teníamos más remedio si no queríamos seguir el camino a pie.

PostHeaderIcon Capitulo 30

Desde que comenzó toda esta locura; desde que Dios, si existe, nos señaló con el dedo para castigarnos hace ya unas semanas, ahora era cuando peor veía las cosas. Al principio nos refugiamos en el piso de Ramón, ¿por qué no nos quedaríamos allí?. La pregunta resonaba en mi cabeza una y otra vez. Después aprendimos a sobrevivir en un coche. Sin duda no era lo ideal pero almenos tenías algo a lo que agarrarte.

Ahora estábamos caminando en medio de la noche sin nada más que dos mochilas y una pistola con poca munición.

Por si todo esto fuese poco, nos habíamos enterado de que las medidas de seguridad impuestas por el gobierno, el ejército, el Rey o quien quiera que tomase la decisión no habían servido para nada. La vida eterna se expandía a una velocidad muy superior a la que nosotros podíamos avanzar.

No era capaz de pensar con claridad. Imaginaba la típica escena de las películas americanas cuando hay una enfermedad que se expande y en un mapa van apareciendo puntos rojos y su número va aumentando a una velocidad de vértigo. Lo que estaba sucediendo ahora no debía ser muy diferente.

Quizá el gobierno francés haya cerrado fronteras. Sería lógico. Incluso puede que al vernos aparecer por allí nos llenen de plomo por si somos unos de esos canívales muertos. ¿Y cuando me vean el brazo? ¿Y si actúan como esos dos niñatos?

No lo conseguiríamos. Era de locos. Más de tres cientos kilómetros a pie rodeados de muertos deseosos de matarnos. ¿Cuánta gente debe vivir a lo largo de estos tres cientos kilómetros? ¿cientos de miles? ¿algunos millones? ¿cómo íbamos a sortear millones de esas cosas?

- Mirad - Dijo Violet señalando un coche que había a un lado de la carretera, tras unos arbustos.

Nos acercamos con cautela pero no parecía haber nadie en el interior. Se trataba de un Mitsubishi Galant GTO de los años 70. Nunca había visto uno de estos por aquí y me sorprendió comprobar que parecía estar en buen estado, almenos por fuera.

Era un coche precioso. Me lo habia parecido desde que era un niño y ojeaba las revistas de coches que tenía mi padre. Sus retrovisores colocados en el capó hacían de él un coche diferente a los que se fabricaban en Europa.

Miré a través de las ventanillas y no vi nada raro en su interior, aunque estando en plena oscuridad no hubiese visto gran cosa aunque la hubiese.
Tiré de la maneta de la puerta y para mi sorpresa el coche se abrió. No hubo tanta suerte con las llaevs. No estaban. Las busqué en la guantera y en todos los rincones que tenía el coche, pero no encontré nada que se pareciese a unas llaves. Unos pañuelos, un trapo, los papeles del coche y un chaleco reflectante fue todo lo que había.

- Quizá en el maletero... - Sugirió Vanesa.

¿Quién guardaría o escondería las llaves de su coche en el maletero? De todos modos me dispuse a abrirlo, era posible que hubiesen cosas útiles en su interior.

Abrí el maletero y el hedor nos echó para atrás. Había el cuerpo de una chica, o lo que quedaba de él en un avanzado estado de descomposición.

Me acerqué tapándome la boca y la nariz con la manga de la camisa y examiné el maletero. La chica parecía estar muerta. Muerta de verdad quiero decir. Debía llevar aquí más de tres semanas seguramente.

No había nada de interés. Faros de recambio, aceite para el motor, algunos productos de limpieza...

- Sácala - Me dijo Violet.
- ¿Qué?
- Que la saques de ahí.
- ¿Para qué?

No me contestó y sacó ella el cuerpo de la chica. Cuando alzó el cuerpo cayó algo brillante al suelo. Tiró el cuerpo y cogió lo que se había caído.

- Por esto. - Me dijo mostrándome las llaves del Mitsubishi.

Guardamos las mochilas en el maletero y nos subimos al coche para continuar el viaje. Fue una suerte encontrar el coche.

- Esta vez conduzco yo. Tu conduces como una abuelita - Me dijo Violet guiñándome un ojo.

Parecía que estaba más relajada con nosotros. Después del encontronazo inicial en el parking poco a poco empezaba a fiarse de Vanesa y de mí. Es hasta normal puesto que era probable que no volviésemos a ver a alguien con vida en los próximos días, semanas o meses. O quizá nunca. Teníamos que confiar los unos en los otros.

Metió la llave en el contacto y el motor tosió un par de veces antes de pararse. Lo volvió a intentar, nerviosa. Nada. Seguramente se habría quedado sin batería por llevar semanas sin encenderse.

Decidimos dormir y echarle un ojo por la mañana con la luz del Sol. No todo había salido bien, pero almenos no dormiríamos a la intemperie aquella noche.

Seguidores