PostHeaderIcon Capitulo 41

El estadio era un gran bloque de hormigón con casi un centenar de años a sus espaldas. Algunas grietas asomaban por sus muros como las venas se marcan en los brazos de los ancianos.

El helicóptero dio un par de vueltas alrededor del estadio y después comenzó a descender sobre el círculo central del campo que se encontraba bastante desdibujado. La cal que lo formaba había ido desapareciendo aterrizaje tras aterrizaje.

Cuando el Super Puma se posó en el suelo alguien abrió la puerta desde fuera y el Cabo Fernández nos invitó a salir moviendo ligeramente la cabeza.

El estadio estaba lleno de gente que corría de un lado para otro. Pude ver dos nidos de ametralladora instalados cerca de una de las bandas, próximos al túnel de vestuarios.

- Cabo.. ¿Para qué...? - Pregunté señalando las ametralladoras.
-Precaución. Vayan los cuatro con estos hombres; ellos les conducirán ante el Sargento.

Entramos por el túnel de vestuarios junto con dos soldados rasos. Tras subir varias plantas llegamos ante una puerta que tenía uno de esos carteles de "Prohibido entrar salvo personal autorizado" y uno de los soldados golpeó la puerta dos veces con sus nudillos.

- Adelante.- Sonó desde dentro. Era la voz de un hombre de seguramente cuarenta y tantos años.

Uno de los soldados abrió la puerta y nos invitó a pasar. Entramos todos y el segundo soldado cerró la puerta tas él.

El Sargento nos estudió con su mirada durante un momento y después sacó unos papeles.

- Tú, ¿nombre? - Preguntó señalando a Rubén.
- Rubén Torres.
-¿Conserva su DNI?
- No... Lo perdí.
- Da igual... - Continuó rellenando el papel con los datos de Rubén. - ¿Qué sabe hacer señor Torres?
- ¿Qué se hacer de qué?
El Sargento soltó un suspiro. - Mire, esto son cartillas de racionamiento y cada cual tiene lo que se merece. Si alguien es útil para los demás es lógico que obtenga más beneficios que los demás ¿no cree?

Antes de que Rubén pudiese decir algo, continuó:

- Así que si sabe hacer algo que puedar ser de utilidad como tener conocimiento en el uso de armas, pilotaje de aeronaves, conducir vehículos pesados o lo que sea, este es el momento de decirlo.

- Bueno... Antes de que todo esto sucediese era informático. No sé si eso...

- Quizá sí. Dijo el Sargento sin dejar terminar a Rubén. Tenemos algo que queremos hacer funcionar y por el momento está cogiendo polvo en un almacén improvisado. Acuérdese de enseñar bien el sello éste que le pongo cuando vaya a comer o a cenar.

- ¿Nombre? - Preguntó mirándome a mí esta vez.
- Raquel Martínez. Era cocinera. - Contesté adelantándome a su siguiente pregunta.
- Cocinera ¿eh? A ver si es capaz de preparar algo mejor que los purés que estamos comiendo estos últimos días. ¿Y ella? ¿Es su hija?
- Sí. - Contestó Laura
- Recibirá ración y media para ambas más el plus por saber cocinar, si es que se lo gana.

Continuó rellenando las cartillas y sellándolas.

- ¿Y tú? ¿Qué me cuentas? - Dijo dirigiéndose al chico pelirojo.

No obtuvo respuesta.

- ¿Te ha comido la lengua el gato, chabal?
- Desde que le conocimos no ha dicho nada - Dijo Rubén.
- Pues nada, ración normal para el señor anónimo...

Recuerden que cada semana deberán renovar la cartilla y que dependiendo de su trabajo pueden perder el plus que dicen merecer.

- Soldado, acompañe a la señora Martínez a la cocina. Preséntele a nuestro cocinero y que le ayude a preparar la comida. Que empiece a ganarse el pan. Puede dejar a su hija abajo. Hay dos chicas que se encargan de todos los niños que tenemos.

- Torres, usted se queda conmigo. Quiero enseñarle algo.

-Al pelirojo llevadlo con los ancianos y los civiles que no saben hacer nada útil... Ya se me ocurrirá algo para él.

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