PostHeaderIcon capitulo 9

Cogimos unas mochilas del cuarto trastero que nos echamos a las espaldas repletas de víveres que habíamos cogido de los armarios de la cocina de Ramón. Buscamos lo que tardase más en caducar y fuese sencillo de preparar. Cogimos encendedores, cerillas, un par de cuchillos y rellenamos los huecos restantes de las mochilas con botellas de agua que había en la nevera.

Era el momento de salir. El Sol había salido hacía pocos minutos por lo que tendríamos bastantes horas de luz por delante sin necesidad de electricidad.

Me aseguré de llevar encima tanto las llaves del piso como las del coche de Ramón así que tras echar un ojo por la mirilla de la puerta, salimos del piso. Cerré con llave ya que el piso era un refugio que se podría utilizar en un futuro y nos dirigimos con cautela escaleras abajo.

Eran cinco pisos más el que conducía al parking. Bajamos lentamente a la cuarta planta, donde la puerta de uno de los pisos estaba abierta, pero no había luz en el interior. Continuamos bajando, llegando al segundo piso, donde un reguero de sangre apuntaba al piso inferior y no invitaba a bajar, pero no teníamos más remedio.

Yo iba primero y bajé un par de escalones con cautela y pude ver el cuerpo de un hombre lleno de sangre plantado delante de la puerta del ascensor. ¡El ascensor, claro! ¿Cómo no se nos había ocurrido antes utilizarlo para bajar al parking? Aún había electricidad y debería funcionar.

Volvimos al segundo piso y llamamos al ascensor, lo cual formó un alboroto que hizo callar al silencio que reinaba en todo el edificio. El ruido pareció haber alimentado la curiosidad del hombre que se encontraba en el primer piso y ahora subía por las escaleras, mientras el ascensor abría sus puertas mostrándonos una salvación momentánea.

Corrimos hacia dentro y pulsamos el botón del parking. Las puertas empezaron a cerrarse lentamente, pero el hombre ya corría hacia nosotros y metió un brazo en la cabina del ascensor antes de que las puertas se cerrasen completamente. Las puertas se abrieron y sin pensármelo empujé con todas mis fuerzas al hombre, que cayó rodando por las escaleras. Ésta vez sí, el ascensor se cerró y comenzó a descender hacia el parking mientras oíamos como aquél hombre había vuelto a subir al segundo piso y golpeaba con violencia la puerta del ascensor.

Llegamos al parking sin más sobresaltos. Las puertas se abrieron y un montón de coches esperaban en la oscuridad a que alguien los arrancase, pese a que muchos de ellos se quedarían allí para siempre.

Empecé a apretar el mando a distancia del coche, pero no parecía abrirse ninguno. Caminamos unos metros entre las filas de coches hasta que uno dio varios pitidos y los intermitentes se encendieron. Era ese. Un todoterreno de gama alta casi nuevo. ¿Cómo podía Ramón permitirse ese coche? Con lo que salía del periódico está claro que no… Al menos yo no podría haberme permitido ese coche en la vida.

Abrimos el maletero e introdujimos las mochilas dentro. Era un maletero bastante grande, incluso sobraba espacio después de poner las dos grandes mochilas cargadas de comida, agua y varias cosas más.

Cerré el maletero y miré con una sonrisa a Vanesa – ¿Nos vamos? – le dije.

- Creo que no – Contestó Vanesa mirando algo detrás de mí.

- Yo tampoco lo creo, dame esas llaves.

PostHeaderIcon capitulo 8

- ¿Te has dado cuenta, Vanesa? – Le dije, aún contemplando la escena pese a que hacía ya más de quince minutos que todo había sucedido.

- ¿De qué?

- No se levanta.

- Tienes razón… Hasta ahora todos se habían levantado. Ella no.

- ¿Qué diferencia ha habido entre su muerte y la de los demás?

- Hmm… ¿Que no la han destrozado con sus propias manos?

- Exacto. Algo tiene que ver con eso. Si ellos te matan directamente vuelves. Aún no sé bien porqué. Ni porqué atacan y una vez mueres dejan de sentir interés por ti. ¿Por qué no se atacan entre ellos, por ejemplo?

- No lo sé Vicente. Por cierto, me he quedado sin batería en el móvil. Ya no podremos saber qué está pasando fuera.

- Sí lo sabremos. Mañana saldremos de aquí con el coche de Ramón. Iremos a la redacción e intentaremos averiguar algo que nos ayude y quizá podamos…

- Mira – Me interrumpió señalando a la calle. – Alguien ha tenido la misma idea que tú, Vicente. – Continuó diciendo.

En la calle un hombre con una barra de metal seguido de su familia salía de un portal cercano. Se les acercó uno de los que rondaba por la calle y el hombre le proporcionó un golpe en plena cara, le rompió la mandíbula que quedó completamente desencajada y cayó al suelo.

Abrieron un coche cercano y fueron entrando rápidamente. El hombre antes de entrar en el asiento del conductor golpeó a una mujer que se acercaba corriendo, descalza y con un vidrio que traspasaba su pie derecho. La dejó en el suelo, tratando de incorporarse tras el golpe y se metió en el coche.

El alboroto había atraído la atención de muchos infectados que se acercaban a toda velocidad al coche que para ellos no era más que una lata de conservas que había que abrir. Un hombre de cabello cano golpeó el coche por la parte posterior, rompiendo la luna trasera. El coche dio marcha atrás y le pasó por encima. Cuando el hombre trataba de incorporarse el coche aceleró hacia delante y lo volvió a atropellarlo. Otro brazo reventó una ventanilla trasera de un puñetazo, cogiendo a una niña de unos cinco años y sacándola por la ventanilla rota. Era el chico joven de la ambulancia que intentó atender a Ramón el día anterior. La niña lloraba y él le mordió una mano y tiró, arrancándole brutalmente tres dedos. Después la lanzó contra el asfalto y la niña calló.

El coche había frenado en seco pero no había forma de salir de él. Estaba rodeado por más de diez personas que intentaban acceder a su interior y embestían con violencia.

La niña que yacía en el suelo se incorporó, sin mostrar mucha preocupación al muñón que tenía ahora como mano.

El hombre consiguió salir del coche con la barra de metal y golpeó a varios infectados pero pronto fue reducido. Lo golpearon repetidamente ante la mirada de horror de su mujer y sus hijos.

Finalmente los muertos consiguieron entrar en el coche y empezaron a atacar a los ocupantes. Un niño de diez años salió corriendo, esquivando las docenas de brazos que anhelaban cogerle pero no llegó al final de la calle. Un infectado con gorra azul salió de detrás de un coche y le cogió con ambos brazos, dándole un abrazo mortal mientras le mordía en plena cara. Los gritos del niño se oyeron en toda la calle. Cuando los gritos se silenciaron el chico de la gorra pareció perder todo el interés en el niño, soltándolo de golpe.

Pero aún quedaba alguien con vida en el coche. Un perro. Un cocker negro que ladraba a los infectados que había en el coche y habían sido su familia, pero ellos no le hacían el más mínimo caso. El perro salió del coche por la puerta del conductor que estaba abierta y se fue calle abajo sin que nadie tratase de impedírselo.

- ¿Aún quieres intentar lo de salir en coche? – Me preguntó Vanesa.

- ¿Se te ocurre algo mejor? Voy a ver que tenía Ramón en la nevera, deberíamos coger fuerzas antes de salir mañana.

PostHeaderIcon capitulo 7

¿Vicente? ¿Estás ahí? ¿Me escuchas?

Vanesa me despertó cuando aún estaba amaneciendo. Al final había conseguido dormir algunas horas aunque me costó conciliar el sueño la noche anterior.

Retiré el pestillo y abrí la puerta.

- Buenos días. ¿Cómo está la calle hoy? – le dije mientras se me escapaba un bostezo.

- Igual… O peor. Sigue habiendo gente deambulando por ahí. Pero ya no está el helicóptero. Ni se escuchan sirenas. Sólo se ve gente en los balcones y terrazas.

- ¿Y la televisión?

- No hay.

¿Cómo que no hay?

- No lo sé… Han debido cortar la emisión o vete tú a saber.

¿Teléfono?

- Tampoco.

- Bueno, por lo menos tenemos luz. – Le dije mientras encendía y apagaba repetidas veces un interruptor.

- ¿Tú cómo te encuentras? – Me preguntó ella haciendo referencia a la herida.

- Mejor. Ya ha dejado de sangrar y no me he vuelto loco todavía – Le dije sonriendo.

Me asomé por el ventanal y no me había mentido, la escena era desoladora. Varias docenas de personas deambulaban de aquí para allá, sin rumbo fijo. Como hipnotizados, aletargados, en un sueño profundo que se rompería en cuanto alguien se cruzase en su campo visual.

De repente se escuchó un grito que provenía del bloque de enfrente. Venía del sexto piso. Una mujer joven, de unos veinte años pedía ayuda en su balcón mientras un hombre de una edad similar golpeaba desde dentro del piso con una mano ensangrentada el cristal que los separaba. Instantes después un hombre desde el balcón del séptimo piso apareció con una sábana de la cual ató un extremo a la barandilla de su balcón y tiró el otro para que la chica se pudiese coger. Ella se subió a la barandilla, donde trastabilló y todos contuvimos la respiración mientras ella intentaba recobrar el equilibrio. Finalmente se cogió a la sábana y trató de subir por ella, mientras desde arriba el hombre tiraba hacia arriba. Pronto los pies de la chica se despegaron de la barandilla y su cuerpo empezó a subir por la sábana.

El hombre que había dentro del piso volvió a golpear el cristal y lo rompió, saliendo al balcón no sin antes rasgarse los pantalones y parte de su pierna izquierda con los cristales rotos que aún se mantenían pegados al marco de la puerta de cristal.

Estiró sus brazos y pudo coger una de las piernas de la chica, pero ésta pataleó, le golpeó la cara y se consiguió soltar. Pero sólo momentáneamente. El hombre volvió a coger a la chica de una pierna y tiró de ella, haciéndola descender por la sábana.

La chica gritaba y el hombre del séptimo piso seguía tirando de la sábana pero era incapaz de elevar el peso de dos personas adultas y dejó caer la sábana que cayó bruscamente hasta aguantarse sólo por el rudimentario nudo que la ataba a la barandilla del séptimo piso.

Ella volvió a patalear y le dio un puntapié al hombre en pleno rostro y él cayó hacia atrás, tirando unas macetas que había colgadas en el balcón.

Intentó subir por la sábana pero se quedó sin fuerzas y resbaló un poco más, ya casi en el extremo inferior de la sábana. El vecino de arriba volvió a tirar de la sábana, haciéndola subir a ritmo lento pero constante.

El hombre del sexto piso se incorporó y golpeó a la chica con un puño en el estómago haciéndola salir despedida tras soltar la sábana. Cayó en picado y su grito sólo dejó de oírse cuando se estrelló contra el techo de un coche que quedó inservible tras el choque. Regueros de sangre se deslizaban por las ventanillas del coche y terminaron formando pequeños charcos rojizos en el suelo.

Tras el incidente, el único ruido en toda la calle era la alarma antirrobo del coche que se había activado tras el impacto e intentaba alertar a su dueño de lo que había pasado.

PostHeaderIcon capitulo 6

Las siguientes dos horas fueron desconcertantes. A Vanesa le llamó su novio para saber dónde estaba y cuando ella le comentó lo sucedido él le dijo que la escena estaba saliendo por televisión. Por lo que se ve, el helicóptero que llevaba ya un rato merodeando por la zona estaba grabando la escena y ahora esas imágenes estaban saliendo en todas las cadenas.

Encendí el televisor y así era. Todos los canales lanzaban sus hipótesis aunque la mayoría hablaban de violencia callejera.

Mientras Vanesa seguía hablando con su novio continuaban escuchándose sirenas de vehículos de emergencia pero no podía ver a ninguno acercándose. Ya nadie andaba por la calle excepto esa gente que estaba infectada de lo que fuese.

- Me ha dicho que nos quedemos aquí esta noche y mañana ya veremos – Me dijo Vanesa tras colgar.

- No tenía intención de salir viendo lo que ha pasado. ¿Qué crees que les pasa a esas personas?

- ¿Histeria colectiva?

- No. Se vuelven agresivos después de ser machacados por los demás. Y el primero fue Ramón. Después de su caída ya no era el mismo. Y vuelvo a insistir que estaba muerto. No tenía pulso.

- Alguna relación debe haber entre lo que se tomó y lo que está pasando, sí.

- Deberíamos intentar ir a la redacción a por el paquete donde venía éternité. Tengo las llaves del coche de Ramón y no hace falta salir del edificio para coger el coche ya que lo tiene en el parking que hay bajo el edificio. Podríamos probar a salir mañana dependiendo de cómo veamos la calle.

- ¿Sabes cuál es su coche?

- No. Pero iré dándole al mando y el coche que se abra, ése será.

- ¿Qué esperas encontrar en el paquete?

- No lo sé… Pero quizás haya algo que nos sirva. Efectos secundarios y como evitarlo quizás. No lo sé.

Fuera, los infectados se iban dispersando por las calles colindantes mientras desde un helicóptero se recomendaba a la población no salir de sus domicilios bajo ninguna circunstancia hasta nuevo aviso.

- Vicente, a ti Ramón te mordió, ¿verdad?

- Sí… Quizás acabe enloqueciendo como la gente de fuera, por eso creo que lo mejor es que pase la noche en el baño. Tiene un pequeño pestillo que espero que aguante por lo menos hasta que hayas podido escapar si es que me pasase algo. Pero la gente se volvía violenta al instante y Ramón hace ya horas que me mordió.

- Aún así por precaución…

- Sí. No te preocupes. Ahora pongo un colchón que he visto en el cuarto trastero en el baño y pasaré la noche ahí.

- Gracias. Yo me quedaré aquí, cualquier cosa te aviso.

Cogí el colchón y lo arrastré por el pasillo. Estaba descolorido y una de sus esquinas dejaba ver su interior que no era más que una goma espuma amarilla. Por suerte no era muy grande pero no parecía muy cómodo. De todos modos no dormiría demasiado. Le deseé buenas noches a Vanesa, cerré la puerta del baño y puse el pestillo.

Tardé un rato en apagar la luz. No podía dejar de pensar en todo. En todas las cosas que no encajaban pero sin duda tendrían una explicación. Los del laboratorio no podían ser tan idiotas de haber creado algo que podía contagiarse. Si eso fuese así simplemente uno lo compraría y los demás se infectarían (aunque viendo los resultados sin duda ya nadie comprará eso). Demasiadas dudas. Quizás mañana puedan ser resueltas.

PostHeaderIcon Capitulo 5

Una mujer de mediana edad, que llevaba un abrigo bastante grueso y un bolso de color fucsia, ayudaba a incorporarse al chico que parecía muy aturdido. Mientras le ayudaba, Ramón se abalanzó sobre ella tirándola al suelo y golpeándola repetidas veces.

Dos hombres que pasaban por ahí cogieron a Ramón, uno por cada brazo, apartándolo de la mujer que intentaba huir.

Apenas podían con él, que se removía y retorcía intentando liberarse.

En ese momento la asistente médico que Ramón había machacado minutos antes se incorporó y corrió hacia los dos hombres, mordiendo a uno en un hombro, clavando sus dientes en la carne haciendo que éste soltase un grito de dolor.

Ramón se soltó, golpeó al otro hombre y se tiró sobre él para seguir mordiéndolo y golpeándolo hasta que quedó inmóvil en el suelo.

Los cuerpos atacados se iban reanimando y atacaban a las personas que acudían a ayudar o simplemente se acercaban para ver qué pasaba.

Mucha gente permanecía en silencio en sus balcones o terrazas, mirando incrédulos lo que estaba pasando.

Poco tiempo después ya no había resistencia alguna en medio de la calle. Todos habían sido atacados, derribados, masacrados y posteriormente habían vuelto a incorporarse transformados en violentos asesinos. Algunos de los cuerpos presentaban heridas incompatibles con la vida pero aún así caminaban o se arrastraban, dependiendo del estado de su maltrecho cuerpo.

- ¿Por qué… lo hacen? – le dije a Vanesa sin quitarle los ojos de encima a Ramón, que deambulaba por la calle.

- ¿El qué?

- Atacar. Además, Ramón estaba muerto cuando yo me acerqué a él, estoy seguro.

- Te debiste equivocar… No sé. Si no fuese por toda la sangre que ha perdido parece estar bastante vivo.

Se empezó a escuchar una sirena de fondo que cada vez se hacía más audible. Cuando estuvo más cerca pude distinguir que en realidad eran dos sirenas y pude ver como por el final de la calle aparecían dos furgones blindados de la policía. Bajaron entre diez y veinte antidisturbios y empezaron a dirigirse al grupo de personas que había en la calle.

Éstos, en cuanto vieron a los antidisturbios salieron corriendo a por ellos, sin vacilar un instante. Los antidisturbios formaron uno al lado del otro con sus escudos, intentando aguantar la embestida pero fue inútil. Uno de ellos fue derribado y a partir de ahí la calle se convirtió en una batalla campal. Una vez un antidisturbios caía al suelo, cuando volvía a ponerse en pie a los pocos minutos lo hacía para arremeter contra sus compañeros.

Los golpes no parecían surtir efecto en ellos. Simplemente los apartaban durante una fracción de segundo tras la cual volvían a la carga con la misma violencia.

No tardaron más de un cuarto de hora en acabar con todos, excepto con un par que se encerraron en uno de los furgones mientras los demás lo golpeaban desde fuera.

Me miré el brazo que me había mordido Ramón un rato antes; aún sangraba. Le dije a Vanesa que iba a ver si encontrarme algo con lo que curármelo y me hizo un gesto afirmativo con la cabeza pero sin perder de vista lo que pasaba en la calle.

Me metí en el baño y no tardé en localizar una bolsa de plástico en un armario que hacía de botiquín improvisado. Saqué unas vendas y un desinfectante el cual vertí abundantemente sobre la herida. No era demasiado profunda pero aún sangraba por lo que la cubrí con unas gasas y después la vendé acabando el remiendo con un trozo de esparadrapo para que la venda no se soltase.

Mientras hacía todo esto le daba vueltas a todo lo que había pasado. Sin duda había relación entre éternité y lo que estaba pasando fuera. Sin duda lo que fuese se transmitía como una enfermedad de unos a otros volviéndolos locos e insensibles al dolor y, lo peor de todo, posiblemente yo estuviese infectado al haber sido mordido.

PostHeaderIcon capitulo 4

Corrí hacia el salón y pude ver a Vanesa asomada a un gran ventanal que daba a la calle. Había cristales en el suelo y no vi a Ramón. Como no hacía falta preguntar qué había sucedido bajé a toda hostia los cinco pisos que me separaban de la calle y cuando salí del portal me encontré con Ramón en el suelo en una postura imposible. Miles de trocitos de cristal brillaban a la luz de las farolas y la sangre manaba de su cuerpo creando un camino rojizo que evidenciaba una ligera pendiente en la acera.


Arriba Vanesa miraba con los ojos como platos y las manos en la boca. Me agaché sobre el cuerpo de Ramón y le puse dos dedos en el cuello. Nada. Miré hacia arriba y negué con la cabeza a Vanesa, que empezó a llorar en silencio.


Me levanté y cogí el móvil para llamar una ambulancia. Mientras contaba lo sucedido a la operadora Vanesa gritó: ¡Ramón! ¡Está vivo!

Me giré retirándome el teléfono de la cara y pude ver como Ramón trataba de incorporarse. Me acerqué a él rápidamente y lo cogí por un brazo, preguntándole si estaba bien aunque era evidente que no lo estaba. Seguía chorreando sangre y su ropa se había teñido de color granate. Con un movimiento rápido hundió sus dientes en mi brazo y apretó con todas sus fuerzas. ¿Se había vuelto loco? Grité e instintivamente lo empujé, haciéndolo caer al suelo de nuevo. Con él se había llevado un pedazo de carne y ahora era yo el que sangraba.


¡¿Qué mierda te pasa, tío?! Le pregunté apretándome con fuerza la herida.

En éste momento llegó la ambulancia con las luces encendidas pero sin la sirena, para no despertar a los vecinos. Bajaron un chico y una mujer preguntando que qué había pasado. El chico se acercó a mí y le enseñé el brazo mientras la mujer se interesaba por Ramón, que trataba de incorporarse de nuevo.

Mientras me arremangaba para poder ver la herida pude ver como Ramón cogía a la mujer y le mordía en plena cara, desfigurándola. Tras ello la golpeó salvajemente contra un coche y la mujer cayó al suelo, inmóvil.

El chico me miró y fue hacia Ramón, gritándole, mientras él golpeaba repetidamente la cabeza de la mujer contra el asfalto convirtiéndola en un amasijo de huesos, pelo y piel.


Cuando el chico estaba lo bastante cerca Ramón lo atacó brutalmente. Le golpeó torpemente con sus puños en la cara dejándolo semiinconsciente y entonces comenzó a rasgar su piel y su carne con uñas y dientes. La calle se tiñó completamente de rojo y yo corrí hacia el portal, cerrando la puerta una vez estuve dentro. Cuando Ramón pareció cansarse de golpear y maltratar el cuerpo del chico me vio. Me vio y vino a por mí. Corrió hacia la puerta y la embistió con todo su cuerpo, haciendo estallar el vidrio y pasando a través de él sus brazos que se desgarraban, lo cual no parecía importarle lo más mínimo.


Viendo que la puerta no iba a aguantar ni una embestida más como la primera, corrí hacia arriba, hacia su piso. Cerré la puerta y eché la llave lo más rápido que pude. Vanesa me esperaba de pie en el salón, con el rostro desencajado. Sin cruzar palabra miramos a través de lo que quedaba del ventanal y pudimos ver como algunas personas iban llegando para intentar ayudar a los asistentes médicos que yacían en el suelo.

PostHeaderIcon Capitulo 3


- Nada. Sólo está frío. Quizás tarde un poco en hacer efecto… No sé. Ya puedes parar eso Vanesa.
- Es un timo... – le dije, más buscando que me argumentase que no lo era que para desanimarlo.
- Habrá que esperar para comprobarlo. El problema es que habrá que esperar años para saber si esto me está manteniendo.
- Aquí hay algo más- dijo Vanesa rebuscando en la caja – Mira, vienen unos bastoncillos como los de los oídos y líquido en un botecito…
- A ver… Espera que mire las instrucciones. Ya decía yo que lo de ser inmortal no podía ser tan fácil. Aquí está. Sólo es para comprobar si lo has hecho todo bien según pone. Dice que pasadas dos horas coja un algodoncillo y me lo frote por la parte interior de la mejilla y después lo moje con el líquido ese. Si el algodoncillo se vuelve azul todo está bien, si el algodoncillo no se tiñe probar una hora más tarde y si aún así no se tiñe llamar a un número que viene aquí. Por mucho que no se tiña dudo que pueda reclamar algo. Bueno, vamos a tomar algo, después miramos si todo ha ido bien. Vamos a celebrar que soy inmortal, ¡yo invito!

Fuimos a un bar al que solíamos acudir después de trabajar, al salir de la redacción por las tardes. Cada pocos minutos íbamos preguntándole a Ramón cómo se encontraba y si no sería contraproducente tomar alcohol habiéndose inyectado eso. Él simplemente respondía entre risas que era inmortal, que una cerveza no lo mataría.

Y quizás una no, pero pasada ya una hora y media eran unos cuantos los botellines que Ramón había vaciado por su garganta por lo que Vanesa y yo decidimos pagar y acompañarlo a su casa.
Le preguntamos si llevaba las llaves encima, a lo cual él se encogió de hombros y dijo que daba igual, que era inmortal. Se tiró al suelo y se tumbó. Parecía mareado. Sin duda el alcohol le había afectado más de lo que me pensaba. Lo levantamos tirando de sus brazos y rebusqué por sus bolsillos mientras él luchaba por mantenerse en pie. Las encontré en el bolsillo de su pantalón, después de haber encontrado el móvil, unos kleenex y las llaves de su coche.
Lo arrastramos unas calles hasta llegar a la puerta de su domicilio. Le pedí a Vanesa que abriese la puerta mientras yo lo aguantaba contra una pared. No parecía menos borracho que antes, pero por lo menos se mantenía en pie casi por sí mismo.
Subimos por las escaleras y nos encontramos con una vecina a la que saludamos educadamente, menos Ramón, que le soltó un “¡Que soy inmortal tía!” y una carcajada. La mujer suspiró y continuó bajando las escaleras.

- Una… Una cosa tíos. ¿Por qué vamos a mi casa? Es mi casa ¿no? Jajaja Sí lo es, sí…
- Tienes que descansar… - Le dijo Vanesa, aunque sin esperanzas de que él entendiese algo.
- ¿Descansar? Ya habrá tiempo para eso. Ahora soy… soy…
- Inmortal, que sí… - Le dijo ella mientras esperaba que yo abriese la puerta del piso.
Una vez abierta la puerta busqué a tientas el interruptor y la luz bañó el recibidor del piso. No parecía para nada un piso de soltero. Estaba bien decorado, amueblado y limpio. En ese momento me imaginaba que yo era el borracho y ellos me llevaban a mi cuchitril situado en el centro, qué vergüenza al día siguiente.

Entraron y cerré la puerta. Vanesa tumbó a Ramón en el sofá del salón pero él de un bote se levantó, diciéndole que nadie le daba órdenes al hombre inmortal. La verdad es que se le había subido a la cabeza la tontería de la inmortalidad. Curioseé un poco la casa y pude ver que tenía cuatro habitaciones, una de ellas vacía por completo. Las otras tres eran un dormitorio, un pequeño estudio y una sala donde había bastantes cacharros de lo que supuse que lo usaba como trastero. Demasiado espacio para una sola persona, pensé.
Mientras toqueteaba los botones de una cinta para correr que había en el cuarto trastero podía escuchar como Ramón seguía diciendo tonterías. Le escuché decir que ahora le iba a demostrar que era inmortal de verdad. Al instante, el ruido sordo del vidrio partiéndose en mil pedazos y un grito ahogado de Vanesa me hicieron presagiar una desgracia.

PostHeaderIcon Capitulo 2


Ramón es más listo de lo que aparenta a simple vista. Posiblemente por eso decidí asociarme con él para crear el periódico. Por eso y porque sabe mucho más de lo que cuenta. Tiene muchos contactos y eso para un periódico son fuentes de información de las que nutrirse. Nos conocimos estudiando ambos periodismo, de eso hace ya unos años. Estuvimos trabajando por separado para algunos medios de comunicación locales y hace unos meses decidimos probar suerte en conjunto con un periódico de tirada por ahora semanal.

Tenemos una chica en prácticas trabajando para nosotros. Es maja. Trabaja mucho y cobra poco, pero está en prácticas, ¿no? Pues es lo que le toca. Por cierto, ya llega.

- Hola. Perdona que llegue tarde. El coche. Quiero decir, la batería. Me he quedado tirada y he tenido que llamar a la grúa…

- No te preocupes, pasa.

Tras ella entró Ramón por la puerta, con un paquete en las manos, dando voces como de costumbre.

- ¡Sabía yo que lo tenía cogido por los huevos a ese! Apenas una semana ha tardado en llegar.

- De ese paquete es de lo que hablabas el otro día por teléfono, ¿verdad? – Le pregunté.

- Exacto. Esto es lo que nos hará famosos y espero que, si no ricos, nos dé los suficientes ingresos como para comprar una imprenta mejor que la birria que tenemos en el local de abajo.

Vanesa y yo esperábamos expectantes ver que salía de aquella caja mientras él la abría cual niño abre sus regalos de Reyes la mañana del 6 de Enero.

- ¡Tachán! – Soltó Ramón mientras nos mostraba un frasco de vidrio que ponía éternité, igual al que mostraban todos los medios durante los últimos días.

Al principio pensamos que era broma, que era simplemente una de las docenas de copias baratas que se habían puesto de moda desde que se anunció la salida del producto. En cualquier mercadillo podías ver gente pregonando que tenía el elixir de la vida eterna y que lo vendía al módico precio de 20€, cuando el producto real se iba a poner a la venta por ni más ni menos que 1.000.000€ la dosis. Aún así había gente que lo compraba, supongo que más para usar el bote como decoración que por creer realmente en sus efectos milagrosos.

Pero no era una broma. Sacó un certificado de autenticidad de los laboratorios de Burdeos y un librillo con instrucciones en un montón de idiomas. Después sacó una jeringuilla mientras decía para sí que no sabía que esto fuese inyectado en vena.

La verdad es que tal y como lo anunciaban, parecía que se consumiría por ingestión, echo todas las copias baratas que habían salido en tiempo récord se ingerían como si de una poción mágica se tratase.

- ¿Cómo coño…? ¿Cómo coño has hecho que te envíen esto, que tiene un valor de un millón de euros y cómo lo has hecho para que lo hagan semanas antes de que el producto se venda de forma oficial?

- Ya te lo dije. Hay gente que me debe favores. Bueno, a ver, preparad una cámara que pienso grabar éste momento en vídeo. El primer hombre inmortal de la historia… Esto es comparable a cuando Armstrong al pisó la luna o cuando Colón llegó a América.

Vanesa apareció con una cámara en sus manos dispuesta a grabar las imágenes más emocionantes de la historia.

- A ver… ¿Estás grabando? Que se vea bien el bote. Y el certificado éste, que es lo único que no llevan las falsificaciones a día de hoy. ¿Qué digo? Menudos nervios. A ver… Hmm… Hola. Soy Ramón Vila, director, perdón, codirector del periódico “Noticiero Express” y estoy apunto de convertirme en el primer hombre inmortal de la historia.

Todo sonaba ridículo. ¿De verdad eso funcionaría? Ramón iba soltando su discurso ante la cámara mientras Vanesa grababa sin pestañear y yo los miraba sin dar crédito.

- Vamos allá pues. Llenamos la jeringa de éternité y… Espera, no puedo. ¿Puedes ayudarnos, Vicente? ¡Sé partícipe de éste momento histórico, hombre! Simplemente me inyectas esto aquí…

Sin decir nada solté un suspiro y le cogí la jeringuilla de las manos. Miré el líquido e hice que saliese un poco de la jeringuilla para no inyectarle aire, lo cual sería mortal.

Pinché en el brazo y presioné el émbolo de la jeringuilla hasta que todo su contenido se encontró en el interior de Ramón.

Él mismo se presionó el brazo con un algodoncillo que ya venía en el “pack de la vida eterna”.

- Que, ¿cómo te sientes?

PostHeaderIcon Capitulo 1


- ¡Lo han logrado! ¡Esos hijos de puta lo han logrado! – Entró gritando en la redacción como una exhalación.
Llevaba unos papeles en las manos y se dirigía hacia mi mesa.
- ¡Borra todo lo que lleves! ¡Tenemos exclusiva para un mes! Espero que seamos los primeros. ¡Será un bombazo!
Había escuchado demasiadas veces cosas similares por lo que no me sorprendí. Sin retirar la vista del ordenador, le pregunté en tono irónico:
- ¿Qué es? ¿Hay vida en Marte? ¿Han encontrado remedio para el olor de tus pies?
- ¡La vida eterna tío! ¡La vida eterna!
Dejó caer sobre el teclado de mi ordenador unos papeles, en el primero había diversas fotos de lo que parecía una medusa.
- Mira, Tu-rri-top-sis- dijo leyendo despacio, sin querer equivocarse.
- ¿Qué es Turritopsis? – Le dije, mirando la foto que me estaba señalando.
- ¡El bicho éste! ¡El bicho de la vida eterna! Mira, deja- Me hizo un gesto para que me apartase y después de retirar los papeles que traía empezó a teclear en el ordenador. Abrió el explorador y buscó en Google “Turritopsis”. Hizo clic en la primera entrada y se hizo a un lado, invitándome a leer el contenido de la página.

Turritopsis nutricula es una especie de hidrozoo hidroideo de la familia Oceaniidae con un ciclo de vida en el que se revierte a pólipo después de llegar a su maduración sexual. Es el único caso conocido de un metazoo capaz de volver a un estado de inmadurez sexual, colonial, después de haber alcanzado la madurez sexual como etapa solitaria. Es capaz de realizarlo a través de un proceso celular de transdiferenciación.

Aparté la vista de la Wikipedia y, mirándole con la cara de alguien a quien le están grabando con cámara oculta, le dije:
- ¿Qué me estás contando, tío? No me entero de nada.
- Sigue leyendo- me dijo con los ojos como platos, esperando que comprendiese esa gran noticia que trataba de contarme.

Teóricamente, este ciclo puede repetirse indefinidamente, presentándose como biológicamente inmortal.

Le miré, aún sin haber comprendido del todo lo que acababa de leer y dejé que él dijese la próxima palabra.
- Exacto tío. Pero eso no es nada. Si miras un poco mejor la página, verás que el bicho éste se conoce desde 1857, y se sabe que hace eso de la transdiferenciación desde hace décadas.
- Entonces… ¿Dónde está la noticia?
- ¡Pensé que nunca lo preguntarías! Mira – Volvió a coger los papeles que traía y habían quedado esparcidos por la mesa. – Han conseguido adaptar la peculiaridad de la medusa ésta en mamíferos. Y en pocos meses piensan sacar el producto a la venta para humanos. La vida eterna a cambio de un buen puñado de euros. ¿No es genial?
- Según he entendido… La medusa vuelve a su estado inicial… Las personas que tomen la “poción”, ¿volverán a ser un puñado de células?
- No. Por eso te digo que la han adaptado para mamíferos. Lo que han hecho es detener el envejecimiento, no habrá rejuvenecimiento de ningún tipo.
- ¿Y de dónde has sacado la información tú?
-Te dije que haría de éste periódico de barrio algo grande. Y eso hago. Es nuestra primera gran exclusiva. Hay que sacarlo mañana mismo en portada. Prepárate para los elogios, si estuviésemos en los Estados Unidos ganaríamos el Pulitzer ¿qué premio dan en España? ¿Lo sabes?

- Baja de la nube, mira – le dije señalándole la pantalla del ordenador.

Los principales periódicos digitales ya se hacían eco de la noticia. Incluso incluían la foto de un frasco de vidrio con un contenido rosáceo con la inscripción éternité.
El producto había sido desarrollado por un laboratorio francés situado en Burdeos.

- Bueno, aún tenemos algo que ellos no tienen. Mejor dicho, tendremos. Dame unos minutos, voy a hacer unas llamadas.
- ¿Qué vas a hacer?
- Ya lo verás. Me lo debe. Él sabe que me lo debe así que no creo que haya problema.

Se metió en el despacho de al lado con el móvil en la mano y cerró la puerta. Mientras hablaba por teléfono me miraba a través de las persianas del despacho como si me fuese a dar una gran sorpresa, y vaya si me la dio.

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