PostHeaderIcon capitulo 8

- ¿Te has dado cuenta, Vanesa? – Le dije, aún contemplando la escena pese a que hacía ya más de quince minutos que todo había sucedido.

- ¿De qué?

- No se levanta.

- Tienes razón… Hasta ahora todos se habían levantado. Ella no.

- ¿Qué diferencia ha habido entre su muerte y la de los demás?

- Hmm… ¿Que no la han destrozado con sus propias manos?

- Exacto. Algo tiene que ver con eso. Si ellos te matan directamente vuelves. Aún no sé bien porqué. Ni porqué atacan y una vez mueres dejan de sentir interés por ti. ¿Por qué no se atacan entre ellos, por ejemplo?

- No lo sé Vicente. Por cierto, me he quedado sin batería en el móvil. Ya no podremos saber qué está pasando fuera.

- Sí lo sabremos. Mañana saldremos de aquí con el coche de Ramón. Iremos a la redacción e intentaremos averiguar algo que nos ayude y quizá podamos…

- Mira – Me interrumpió señalando a la calle. – Alguien ha tenido la misma idea que tú, Vicente. – Continuó diciendo.

En la calle un hombre con una barra de metal seguido de su familia salía de un portal cercano. Se les acercó uno de los que rondaba por la calle y el hombre le proporcionó un golpe en plena cara, le rompió la mandíbula que quedó completamente desencajada y cayó al suelo.

Abrieron un coche cercano y fueron entrando rápidamente. El hombre antes de entrar en el asiento del conductor golpeó a una mujer que se acercaba corriendo, descalza y con un vidrio que traspasaba su pie derecho. La dejó en el suelo, tratando de incorporarse tras el golpe y se metió en el coche.

El alboroto había atraído la atención de muchos infectados que se acercaban a toda velocidad al coche que para ellos no era más que una lata de conservas que había que abrir. Un hombre de cabello cano golpeó el coche por la parte posterior, rompiendo la luna trasera. El coche dio marcha atrás y le pasó por encima. Cuando el hombre trataba de incorporarse el coche aceleró hacia delante y lo volvió a atropellarlo. Otro brazo reventó una ventanilla trasera de un puñetazo, cogiendo a una niña de unos cinco años y sacándola por la ventanilla rota. Era el chico joven de la ambulancia que intentó atender a Ramón el día anterior. La niña lloraba y él le mordió una mano y tiró, arrancándole brutalmente tres dedos. Después la lanzó contra el asfalto y la niña calló.

El coche había frenado en seco pero no había forma de salir de él. Estaba rodeado por más de diez personas que intentaban acceder a su interior y embestían con violencia.

La niña que yacía en el suelo se incorporó, sin mostrar mucha preocupación al muñón que tenía ahora como mano.

El hombre consiguió salir del coche con la barra de metal y golpeó a varios infectados pero pronto fue reducido. Lo golpearon repetidamente ante la mirada de horror de su mujer y sus hijos.

Finalmente los muertos consiguieron entrar en el coche y empezaron a atacar a los ocupantes. Un niño de diez años salió corriendo, esquivando las docenas de brazos que anhelaban cogerle pero no llegó al final de la calle. Un infectado con gorra azul salió de detrás de un coche y le cogió con ambos brazos, dándole un abrazo mortal mientras le mordía en plena cara. Los gritos del niño se oyeron en toda la calle. Cuando los gritos se silenciaron el chico de la gorra pareció perder todo el interés en el niño, soltándolo de golpe.

Pero aún quedaba alguien con vida en el coche. Un perro. Un cocker negro que ladraba a los infectados que había en el coche y habían sido su familia, pero ellos no le hacían el más mínimo caso. El perro salió del coche por la puerta del conductor que estaba abierta y se fue calle abajo sin que nadie tratase de impedírselo.

- ¿Aún quieres intentar lo de salir en coche? – Me preguntó Vanesa.

- ¿Se te ocurre algo mejor? Voy a ver que tenía Ramón en la nevera, deberíamos coger fuerzas antes de salir mañana.

0 comentarios:

Seguidores