PostHeaderIcon capitulo 7

¿Vicente? ¿Estás ahí? ¿Me escuchas?

Vanesa me despertó cuando aún estaba amaneciendo. Al final había conseguido dormir algunas horas aunque me costó conciliar el sueño la noche anterior.

Retiré el pestillo y abrí la puerta.

- Buenos días. ¿Cómo está la calle hoy? – le dije mientras se me escapaba un bostezo.

- Igual… O peor. Sigue habiendo gente deambulando por ahí. Pero ya no está el helicóptero. Ni se escuchan sirenas. Sólo se ve gente en los balcones y terrazas.

- ¿Y la televisión?

- No hay.

¿Cómo que no hay?

- No lo sé… Han debido cortar la emisión o vete tú a saber.

¿Teléfono?

- Tampoco.

- Bueno, por lo menos tenemos luz. – Le dije mientras encendía y apagaba repetidas veces un interruptor.

- ¿Tú cómo te encuentras? – Me preguntó ella haciendo referencia a la herida.

- Mejor. Ya ha dejado de sangrar y no me he vuelto loco todavía – Le dije sonriendo.

Me asomé por el ventanal y no me había mentido, la escena era desoladora. Varias docenas de personas deambulaban de aquí para allá, sin rumbo fijo. Como hipnotizados, aletargados, en un sueño profundo que se rompería en cuanto alguien se cruzase en su campo visual.

De repente se escuchó un grito que provenía del bloque de enfrente. Venía del sexto piso. Una mujer joven, de unos veinte años pedía ayuda en su balcón mientras un hombre de una edad similar golpeaba desde dentro del piso con una mano ensangrentada el cristal que los separaba. Instantes después un hombre desde el balcón del séptimo piso apareció con una sábana de la cual ató un extremo a la barandilla de su balcón y tiró el otro para que la chica se pudiese coger. Ella se subió a la barandilla, donde trastabilló y todos contuvimos la respiración mientras ella intentaba recobrar el equilibrio. Finalmente se cogió a la sábana y trató de subir por ella, mientras desde arriba el hombre tiraba hacia arriba. Pronto los pies de la chica se despegaron de la barandilla y su cuerpo empezó a subir por la sábana.

El hombre que había dentro del piso volvió a golpear el cristal y lo rompió, saliendo al balcón no sin antes rasgarse los pantalones y parte de su pierna izquierda con los cristales rotos que aún se mantenían pegados al marco de la puerta de cristal.

Estiró sus brazos y pudo coger una de las piernas de la chica, pero ésta pataleó, le golpeó la cara y se consiguió soltar. Pero sólo momentáneamente. El hombre volvió a coger a la chica de una pierna y tiró de ella, haciéndola descender por la sábana.

La chica gritaba y el hombre del séptimo piso seguía tirando de la sábana pero era incapaz de elevar el peso de dos personas adultas y dejó caer la sábana que cayó bruscamente hasta aguantarse sólo por el rudimentario nudo que la ataba a la barandilla del séptimo piso.

Ella volvió a patalear y le dio un puntapié al hombre en pleno rostro y él cayó hacia atrás, tirando unas macetas que había colgadas en el balcón.

Intentó subir por la sábana pero se quedó sin fuerzas y resbaló un poco más, ya casi en el extremo inferior de la sábana. El vecino de arriba volvió a tirar de la sábana, haciéndola subir a ritmo lento pero constante.

El hombre del sexto piso se incorporó y golpeó a la chica con un puño en el estómago haciéndola salir despedida tras soltar la sábana. Cayó en picado y su grito sólo dejó de oírse cuando se estrelló contra el techo de un coche que quedó inservible tras el choque. Regueros de sangre se deslizaban por las ventanillas del coche y terminaron formando pequeños charcos rojizos en el suelo.

Tras el incidente, el único ruido en toda la calle era la alarma antirrobo del coche que se había activado tras el impacto e intentaba alertar a su dueño de lo que había pasado.

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