PostHeaderIcon Capitulo 21

- Mi mujer...
- ¿Qué le sucede? - Le pregunté.
- Está muerta.
- Lo siento.
- ¡No! No lo entiende...

No terminó la frase y siguió llorando mientras Violet se acercaba a nosotros.

- Debería mataros a todos y llevarme el coche. Deja al viejo y vámonos de una vez.
- No podemos dejarlo así. Morirá.
- Tú también morirás si le ayudas.
- Dame unos minutos, sólo eso.

- ¿Necesita comida o agua? - Le pregunté al anciano.
- No... Tengo todo lo que necesito en mi gasolinera. Pero esos golpes... Esos golpes me están matando. ¿Lo entiende? ¿No lo oye? Esos golpes... Es ella... - Iba diciendo mientras volvía hacia la gasolinera.

- ¡Espere! Fui tras él, no antes sin mirar atrás y ver como Violet hacía un gesto de desaprobación.

Dentro de la gasolinera todo estaba oscuro. Pese a estar en pleno día, al no haber suministro eléctico la escena cogía un aspecto tétrico.
Empecé a oír unos golpes que provenían del interior del establecimiento.

- ¿¡Qué quieres de mí?! - Gritó el hombre, cayendo de rodillas al suelo nuevamente.
- ¿Qué pasa? ¿Qué son los golpes?
- Es ella... Quiere venir por mí. Llevo... Llevo tres días aquí y no ha cesado ni un instante.
- ¿Pero quién es?
- No puedo más, lo siento...

El hombre se levantó y se dirigió hacia la puerta de los servicios, la cual se encontraba bloqueada por una estantería llena de patatas fritas y demás tentempiés.
Sacando fuerzas de flaqueza empujó el estante y lo apartó de la puerta.

Los golpes iban en aumento mientras yo contemplaba la escena con perplejidad. Aún sin estar retirada por completo la estantería, lo que fuese que había en el baño dio un fuerte golpe a la puerta y la abrió, volcando la estantería con todo su contenido y arrastrando al anciando hacia el suelo.

Parecía una mujer. Y digo parecía porque era arriesgado afirmar que eso hubiese sido humano alguna vez. No era más que una masa sanguinolenta cubierta por harapos hechos jirones. Me miraba. La tenía a escasos tres metros y me miraba tan fijamente como yo a ella. Empecé a sudar y tenía la sensación de poder oír mi corazón latiendo dentro de mi pecho.

Dio un pequeño paso y los rayos de luz que entraban por una pequeña ventana dejaron al descubierto un rostro desfigurado e irreconocible.

- Marta... ¿Qué te has hecho? - Dijo el anciando desde el suelo, aún con parte de la estantería sobre sus piernas.

La mujer dejó de mirarme y se avalanzó sobre el anciano como lo haría una gata sobre un ratón indefenso.

Salí corriendo e hice gestos a mis dos compañeras para que subiesen al coche. Cerré el depósito con toda la rapidez que pude y me subí en el asiento del conductor. Antes de que le diese al contacto, Marta, o lo que quedaba de ella, ya salía a la carrera a por nosotros. Se estrelló contra el morro del coche cayendo de bruces contra el capó y mostrándonos un horrible agujero en la parte superior de su cráneo.

Di marcha atrás y el cuerpo cayó al suelo. Aceleré todo lo que pude y fui viendo por el retrovisor como aquella silueta se hacía cada vez más pequeña conforme nos alejábamos de allí.

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