PostHeaderIcon Capitulo 37

El muerto saltó del capó al techo del coche y levantando la cabeza pude ver como con cada pisada la carrocería se bollaba y se hundía. Saltó del coche y salió corriendo tras Vanesa, que corría como una poseída carretera abajo.

- ¡Tenemos que salvarla! - Le grité a Violet, esperando que ella supiese el cómo.
- Es una estúpida. Está perdida - Contestó Violet con más tranquilidad de la que el momento propiciaba.

Volví a girar la llave en el contacto y esta vez el coche se encendió. Metí la marcha atrás y apreté el acelerador a fondo. Las revoluciones subieron hasta niveles peligrosos para el viejo motor del Mitsubishi y después el coche salió chirriando hacia atrás. Adelanté a algunos muertos que corrían paralelamente al coche. A otros, simplemente, me los llevé por delante o los golpeé con el vehículo.

Traté de llegar a Vanesa, pero no fue posible. La podía ver por los retrovisores mientras corría. Se estaba viendo rodeada y decidió salir de la vía. Saltó un pequeño muro que delimitaba la autopista y empezó a correr campo a través. Los muertos la siguieron, gimiendo como bestias dementes.


Fue la última vez que vimos a Vanesa. No podía creerlo. Aunque siempre quedase la esperanza de que hubiese podido escapar y encontrar un refugio, la realidad era que lo más probable es que estuviese vagando por ahí junto a sus perseguidores, siendo ahora una de ellos.

En cierto modo nos había salvado la vida a cambio de la suya aunque no fuese su intención. El hecho de que saliese corriendo atrajo a todos los muertos de la zona y nos permitió, tras perderla, poder deshacer parte del camino con el coche y tomar una salida de la autopista.

¿Debería haber salido a por ella cuando la vi cruzar el muro? ¿La hubiese podido salvar? Quería creer que no. Seguramente si hubiese salido tras ella hubiese corrido la misma suerte.
Fue un gran golpe. Pese a que habíamos vivido momentos límite jamás imaginé que uno de nosotros no lo lograría. Habíamos pasado todo esto juntos. Desde que a Ramón esa noche le dio por suicidarse y volver a la vida, hasta ahora. No me lo podía creer.

¿Qué pasaría si nos volvíamos a ver rodeados? ¿Cómo llegaríamos ahora a Burdeos? Esa autopista bloqueada suponía tener que hacer unos cuatro cientos kilómetros extras para poder llegar hasta allí.

-Por cosas como esta os recogí y no os maté en ese aparcamiento - Me soltó Violet de repente.

En ese momento me entraron ganas de matarla, o incluso de estrellar el coche contra el próximo muro que viese, pero me contuve. ¿Sería tan fría como aparentaba? ¿Realmente nos utilizaba? Yo sabía que ellas dos no se soportaban. Saltaban chispas cada vez que discutían, pero me niego a creer que no le haya importado en absoluto la muerte, mejor dicho, pérdida de Vanesa.

- Violet, realmente ¿tú quién eres?

PostHeaderIcon Capitulo 36

El Sol comenzó a llegar a su posición más alta, indicándonos que nos encontrábamos cercanos al mediodía. Continuábamos nuestro camino hacia Burdeos por carretera pero cada vez era más difícil avanzar.

Al principio, simplemente encontrábamos un muerto aquí o allá que salía corriendo tras el coche durante un rato. Después, fue un goteo constante y era raro no tener a uno o varios tras el coche. Normalmente corrían un rato, hasta que nos perdían de vista u otra cosa les llamaba la atención, pero para cuando eso sucedía ya nos había visto otro que se había puesto a correr tras nosotros.

Más tarde encontramos algunos coches; la mayoría bloqueando la calzada y que tuve que ir esquivando de la mejor manera posible invadiendo el arcén.

La aguja del depósito se encontraba abajo del todo, pero no porque no tuviésemos combustible, sino porque finalmente estaba rota. Estimábamos que nos quedaba no más de medio depósito, unas dos horas de viaje antes de tener que volver a parar.

En dos horas podríamos llegar a la frontera sin problemas, pero, ¿y si las cosas allí estaban peor?

Todo lo que íbamos encontrando mientras avanzábamos evidenciaba que la población, en un intento desesperado por escapar, había decidido ir hacia el país vecino en busca de refugio. Todo parecía indicar que muchos no lo habían conseguido.

La mano de un muerto que no había visto golpeó la ventanilla y me hizo pegar un bote en el asiento del Mitsubishi y acelerar a fondo del susto. Al mirar por el retrovisor vi al hombre en el suelo, incorporándose. El coche, al ir a tanta velocidad lo había arrastrado hasta el suelo.

- ¡Frena! - Gritaron las dos chicas al unísono.

Frené en seco y miré al frente. Debido al frenazo el coche se caló. Delante habían un montón de vehículos empotrados los unos contra los otros en lo que debía haber sido un accidente múltiple. Seguramente algunos habían ardido pues se encontraban carbonizados. Otros simplemente eran un amasijo de hierros que poco tenía que ver con el coche que había sido hasta hacía unas semanas atrás.

Los muertos empezaron a correr hacia nosotros saliendo de todas las direcciones. Muchos salían de entre los coches, donde seguramente habían encontrado su última víctima. Giré la llave en el contacto, pero el coche no se encendió.

- Me cago en la puta... - Musité.

Los muertos comenzaron a golpear el coche, pude oír como varias ventanillas se rompían en mil pedazos. Con manos sudorosas probé de nuevo a girar la llave en el contacto; nada. En ese momento un muerto saltó sobre el capó del coche, dejándome ver unas zapatillas deportivas gastadas y descoloridas. Incluso una de ellas estaba rota y asomaban unos dedos sucios y mugrientos. Sólo pude contar tres, en algún momento debió perder los otros dos, seguramente en el momento que se rompieron las zapatillas al pasar demasiado cerca de algo cortante.

Vanesa, en un ataque de pánico y sin decir nada, salió del coche y echó a correr. Todos los muertos que había alrededor del coche salieron tras ella como los galgos salen tras la liebre en una carrera.

PostHeaderIcon Capitulo 35

El tiempo se paró en ese momento. Docenas de muertos forcejeaban tras la verja metálica e incrementaron su actividad al vernos aparecer. Todos estaban muertos indudablemente. Algunos presentaban mejor aspecto que otros, pero todos estaban muertos.

Un chico con el pelo apelmazado y lleno de sangre introducía el muñón que era su brazo por la verja mientras gemía como un animal enloquecido.
Una mujer anciana, que estaba partida por la mitad a la altura de las costillas se encontraba agarrada a los barrotes por la parte más inferior de éstos. Mientrastanto otros cuerpos le pisoteaban la cabeza convirtiéndola en un amasijo carnoso.

Nadie dijo nada, pero todos comprendimos que deberíamos sobrevivir allí dentro más tiempo del deseado. Deberíamos administrar mejor si cabe los pocos suministros que hubiesen, puesto que la opción de salir ya no era viable.

Entramos dentro y cerramos las puertas. Estuvimos hablando un buen rato y llegamos a la conclusión de que nos debieron escuchar llegar, además de escuchar todo el ruido que habíamos armado al encontrar a la mujer en los servicios y a los muertos en la piscina. A partir de ahora trataríamos de no armar follón, aunque quizá ya era demasiado tarde.

El ruido que hacían los muertos seguramente atraería a más y más y, pese a que no me atreví a decirlo, seguramente lograsen entrar tarde o temprano si su número seguía creciendo a ese ritmo.

Decidimos hacer una batida por todo el edificio para asegurarnos que no quedaban más muertos dentro que los que había en la piscina y la que se encontraba atada en los jardines exteriores y para conseguir reunir el poco alimento que allí hubiese.

Por suerte, no había más muertos; pero por desgracia tampoco había demasiados alimentos y menos para mantener a seis personas. Pudimos saquear algunas máquinas expendedoras, concretamente dos. Una de ellas estaba repleta de bebidas y agua, la otra de chocolatinas, patatas y demás tentempiés. Además pudimos encontrar un bocadillo de chorizo en un cajón de la mesa que había en recepción. Supongo que era el almuerzo o la comida de la recepcionista pero cuando el mundo se fue a la mierda se lo dejó olvidado.

Comimos y bebimos algo, no lo suficiente, pero almenos tuvimos algo que llevarnos a la boca. Guardamos todo lo que nos quedaba, que no era más que la mitad de lo obtenido y nos dispusimos a dormir, esperando que la absencia de ruido dispersase a los muertos. No era un lugar cómodo pero conseguimos unas colchonetas inchables de la piscina y las estiramos en los vestuarios.

Teníamos un día de margen para encontrar la manera de salir de allí.

PostHeaderIcon Capitulo 34

Seguramente habían utilizado la piscina como depósito para los inmortales. O quizá simplemente habían caído mientras vagaban por las instalaciones y ya no habían podido salir.

Sea como fuere, habíamos perdido una de las cosas más importantes de las instalaciones, el agua. Nos tocaría salir ahí fuera para conseguirla y eso significaba enfrentarse a más inmortales.

Decidimos poner en marcha mi plan, si es que se le puede llamar así a intentar atar a la mujer que estaba retenida en los servicios con esas cuerdas con bolas de plástico que sirven para separar las calles de la piscina.

Acordamos hacerlo del siguiente modo:

Raúl y Rubén aguantarían la cuerda unos metros por delante de la puerta de los servicios. El chico pelirojo que aún no había dicho ni mu abriría la puerta a la de tres y, una vez la tuviesen bien amarrada yo la amordazaría con la parte superior de un chándal para que no pudiese morder a nadie. Mientrastanto Marta se quedaría con Laura lejos de allí.

Llegamos al cambiador con la larga cuerda y nos preparamos todos en nuestras posiciones. No se escuchaba nada tras la puerta pero sin duda debía estar ahí. Sun duda a la que abriésemos la puerta saldría corriendo como una loca a por nosotros. Sería similar a cuando en una plaza de toros sueltan al animal, que sale desorientado a la plaza. Esperaba que pudiésemos hacer una buena faena.

Con la mano izquierda Raúl le hizo la señal al chico para que abriese la puerta y éste la abrió de par en par. Nada ocurrió. Todos nos asomamos respirando profundamente, pero ahí no había nada. Se debía haber metido, vete tu a saber por qué, en uno de los servicios.

- ¿Hola? - Probó Raúl.

Hubo un ruido, y entonces apareció. Corrió torpemente entre los servicios, chocando con las puertas de algunos de ellos y salió a por Raúl.
Raúl y Rubén dieron vueltas alrededor de la mujer con la cuerda, enrrollándola completamente.
La cuerda se le trabó entre las piernas y cayó al suelo arrastrando a los dos hombres. Hicieron un nudo a la cuerda, impidiendo así que se soltase.

- ¡Vamos, amordázala!. No quiero escucharla más - Me exigió Rubén.

La verdad es que los gemidos y lamentos eran insoportables. La amordacé sin problemas con cuidado de no tener ningun tipo de contacto con su piel o su boca. No tenía mucha idea sobre como se transmitía aquello, pero todas las precauciones eran pocas.

- Y ahora, ¿qué? - Nos preguntó Raúl señalándola.
- Habría que deshacerse de ella...
-Podríamos lanzarla por encima de la verja que rodea las instalaciones de la piscina.

Nos miramos los unos a los otros y al no ocurrírsenos algo mejor, decidimos cargar con la mujer por las instalaciones. Se movía y eso dificultaba su transporte, pero con cuatro personas no fue mucho problema. Cuando nos dirigíamos hacia la salida nos cruzamos con Marta y Laura que se encontraban mirando algunas fotografías que habían colgadas en la pared.

- Mami ¿dónde lleváis al monstruo? - Me dijo Laura señalando a la mujer inmortal.
- A un sitio donde no nos moleste cariño - Le dije mientras pasaba por su lado.

Marta nos abrió la puerta y salimos con el cuerpo a los jardines exteriores. Por un momento se me pasó por la cabeza enterrarla allí mismo, pero no lo comenté.

Cuando estuvimos lo suficientemente cerca de la verja como para ver lo que nos esperaba en el exterior, perdimos las fuerzas e instintivamente dejamos caer el cuerpo al suelo. Estábamos perdidos.

PostHeaderIcon Capitulo 33

- ¡Salid del coche! ¡Corred hacia la gasoline - No pude terminar de pronunciar la frase cuando el muerto se tiró en plancha sobre el capó del coche, rebentando el parabrisas con la cabeza y cayendo en el interior del vehículo.

Pudimos salir corriendo mientras el monstruo trataba de incorporarse en el interior del Mitsubishi. Llegamos a la gasolinera y corrimos una verja metálica que había en la entrada. Supongo que la usaban cuando cerraban. Nos apartamos de ella caminando hacia atrás y pudimos ver como el muerto corría hasta estamparse contra la verja. Se incorporó y empezó a zarandearla violentamente. Sería cuetión de minutos que, por puro azar, su podrido cerebro se diese cuenta de que para abrir la verja no tenía más que echarla a un lado.

- Coge esto y ponlo en marcha. - Me dijo Violet pasándome un pequeño coche teledirigido que había encontrado en un estante.

Es impresionante la variedad de artículos que puedes encontrar en una gasolinera.

Lo saqué de su envoltorio y accioné un interruptor que había bajo el coche que ponía "On". Lo dejé en el suelo y apreté los mandos. No pasó nada. Cogí el coche y enseguida me di cuenta que no venían las pilas dentro. Se me escapó un "¡Maldita sea!" y giré sobre mi mismo en busca de un estante repleto de pilas para el cochecito.

Mientrastanto, Violet hacía algo con un trapo y Vanesa rebuscaba en una estantería.

Encontré las dichosas pilas tras el mostrador. Las introduje en el coche y entonces sí, funcionó.

Me dirigí hacia Violet pero no pude evitar observar como el hombre al que le asomaba la barriga introducía sus brazos por la verja intentando inútilmente alcanzarnos. Parecía más calmado. Incluso casi parecía que estuviese pensando la forma de poder entrar, si es que esas cosas piensan.

Violet cogió el coche y le ató el trapo empapado en alcohol que prendió con un mechero. Al instante el coche se convirtió en una antorcha móvil.
Me quitó el mando de las manos y dirigió el coche hacia el muerto, colándolo entre sus piernas a través de la verja. Las ropas del muerto comenzaron a arder y entonces hizo que el coche saliese disparado, momento en el que el muerto salió corriendo tras él. Poco a poco el dueño del camión se fue convirtiendo en una antorcha andante, cosa que no parecía importarle lo más mínimo.

Violet volteó con el coche el charco de combustible y acercó el cochecito de juguete al camión cisterna. El hombre pisó el charco, resvaló y cayó irremediablemente haciendo que el fuego se extendiese con rapidez por todas partes. Instantes más tarde el fuego llegó al camión que saltó por los aires y la onda expansiva de la explosión nos hizo caer de espaldas.

Me levanté, aturdido, y me dirigí hacia la verja para tratar de localizar al hombre. No quedaba nada de él. Ni rastro. La explosión lo había hecho saltar por los aires junto con el camión que se encontraba a unos cien metros de donde se encontraba originariamente.

- ¡Salgamos de aquí antes de que el fuego lo consuma todo! - Dijo Vanesa abriendo la verja metálica.

Subimos al coche que se encontraba lleno de trocitos de vidrio y sin parabrisas. También le faltaba uno de los retrovisores del capó que debió llevarse por delante el muerto al tirarse en plancha.

Giré la llave, que había dejado en el contacto al salir corriendo del coche y esta vez el motor arrancó tras carraspear un par de veces. Sin duda deberíamos encontrar otro vehículo si no queríamos perder la vida la próxima vez que tuviésemos que parar el coche.

PostHeaderIcon Capitulo 32

Tras tomar la salida abandonamos la cómoda carretera de asfalto para tomar un camino de tierra bastante irregular. La amortiguación del coche rechinaba con cada pequeño bache o piedra. No tardamos en encontrar la gasolinera que se encontraba a las afueras del pueblo. Desde allí podíamos ver el pueblo que no era más que pequeños grupos de casas que se extendían por la ladera de una pequeña montaña.

Detuve el coche al lado de uno de los surtidores y paré el motor. Desde donde me encontraba no veía a nadie. La gasolinera tenía aspecto de llevar tiempo en desuso. Al ser un pueblo pequeño es posible que fuese una gasolinera vieja, pero tenía la esperanza de que aún quedase combustible.

Bajé del coche para comprobarlo y una vez estuve fuera pude ver que detrás de la gasolinera había otro vehículo. Era un camión cisterna. Se encontraba con la puerta del conductor abierta y estaba en una posición algo extraña ya que cortaba un pequeño camino de tierra.

Pese a todo, no parecía haber nadie por la zona. Me dirigí hacia la manguera del surtidor y la introduje en el depósito tras quitarle el tapón al mismo.

Vanesa y Violet parecían nerviosas dentro del coche.

Apreté, pero no parecía suceder nada. Probé con la manguera de un octanaje superior, pero tampoco sucedió nada.

Entonces se me ocurrió una idea. ¡Claro, todo encajaba!.

- Esperad aquí, ahora vuelvo - Les dije a ellas, y salí corriendo hacia el camión sin prestar atención a lo que me decían. Supongo que protestaron.

Llegué al camión cisterna. Era posible que ese camión estuviese allí porque iba a llenar los depósitos de la gasolinera, pero se desató el caos y el conductor tuvo que abandonar el camión para salvar su vida, o para tratar de hacerlo al menos.

No sabía como acceder al combustible que debía haber dentro del camión, así que accioné al azar una de las válvulas que había en la parte posterior del camión. Desde una enorme manguera comenzó a fluir el combustible que rápidamente encharcó la zona y me empapó la ropa.
Cerré la válvula lo más rápido que pude.

Ya sabía que el camión tenía combustible y cómo sacarlo, pero necesitaba poder llevarlo hasta el depósito del Mitsubishi.

Corrí hacia la gasolinera y patiné con el combustible que había en el suelo alrededor del camión pero pude mantener el equilibrio y evitar así el ridículo.

Una vez dentro de la gasolinera y, tras asegurarme de que no había nadie, busqué recipientes que pudiese llenar. Encontré un montón de garrafas con líquido refrigerante para el motor. Cogí algunas, todas las que pude, y vacié su contenido en el suelo de la tienda. No había tiempo que perder. Si el camión estaba abandonado de esa manera era porque algo había sucedido. De eso no había duda. Así que era posible que hubiese algun muerto por los alrededores.

Salí de la tienda de la gasolinera con las garrafas vacías y corrí hacia el camión, esta vez con más precaución para no resvalar de nuevo. Dejé las garrafas en el suelo y volví a accionar la válvula. Fui llenando las garrafas una a una, aunque la mayoría del combustible acababa esparcido por el suelo formando un lago negro que se extendía en todas direcciones.

Volví a cerrar la válvula y me dirigí al vehículo.

Violet bajó del coche y comenzó a guardar algunas de las garrafas en el maletero. Me había leído el pensamiento. Era una buena idea llevar todo el combustible que pudiésemos. Eso nos evitaría tener que repostar durante más tiempo y poder evitar líos como en el que estábamos en ese momento.

Llené el depóstio hasta que la gasolina rebosó por el borde y me dispuse a cerrarlo cuando vi a alguien que se acercaba. Corría hacía a mí. Era un hombre de mediana edad y de complexión fuerte al que le asomaba una gran barriga bajo una camiseta que llevaba el mismo logotipo del camión cisterna. Definitivamente el conductor no había podido escapar y ahora quería que nosotros nos quedásemos haciéndole compañía para toda la eternidad.

Subí al coche a toda prisa y grité a Violet para que hiciese lo mismo. No pudo cargar todas las garrafas con el combustible pero poco importaba eso ahora.

No habría problema. El hombre estaba lo suficientemente lejos todavía como para poder escapar. Metí la llave en el contacto con manos temblorosas y la giré. El motor tosió un par de veces y se paró. Volví a intentarlo. Otra vez. Una más. En el peor momento posible la batería volvió a fallarle al viejo Mitsubishi.

PostHeaderIcon Capitulo 31

Me desperté entre arcadas. Los rayos solares de la mañana habían calentado el cadáver esparciendo por toda la zona su tufo insoportable. Pude contener el vómito hasta que salí del coche. Me limpié con algunos de los pañuelos que había encontrado el día anterior en el Mitsubishi y entonces me di cuenta de que tanto Vanesa como Violet dormían.

En teoría una de ellas debería estar montando guardia pero el día de ayer había sido demasiado duro como para respetar los turnos de guardia. No me enfadé. Hubiese sido difícil que una de esas criaturas nos hubiesen localizado estando el coche tras los arbustos y en medio de una vía interurbana.

Abrí el capó, tratando de no despertarlas pero vi como Vanesa abría los ojos y se tapaba la nariz y la boca con las dos manos. Deberíamos haber alejado el cadaver de la joven la noche anterior.

Salió del coche y me ayudo a identificar todas las piezas que ocultaba la carrocería del coche japonés. No tardamos en localizar la batería. La saqué y la examiné lo mejor que supe pero sin un voltímetro no tenía manera de saber si estaba gastada o no. Limpié los bornes de la misma y la volví a colocar en su sitio.

Violet ya se encontraba fuera del coche también. La había despertado mientras colocaba la batería.

- ¿Lo has arreglado? - Me preguntó mientras su rostro mostraba una mueca de asco debido al repugnante olor.

- No lo sé. Prueba a ponerlo en marcha.

Se sentó en el asiento del conductor y giró las llaves que ya se encontraban en el contacto. El motor tosió varias veces antes de quedar en silencio.

- A ver, déjame. - Le dije haciéndole gestos para que se apartase.

Giré el contacto apretando a fondo el acelerador y esta vez sí, el motor rugió y se puso en marcha.

Ambas subieron al coche de inmediato entre gritos de júbilo. Volvíamos a tener medio de transporte. Volvíamos a tener algo a lo que agarrarnos.

Puse el coche en la carretera sin mucho problema y seguí hacia adelante sin perder de vista las montañas que se encontraban al norte. Eran nuestra única referencia para llegar a Burdeos.

Pese a que el coche funcionaba, el indicador de la gasolina no se había movido un ápice. O estábamos en reserva (imposible de saber en un Mitsubishi Galant GTO de los años 70) o el indicador de la gasolina estaba roto. Cualquiera de las dos cosas era mala.

Decidimos parar a repostar en la próxima gasolinera que viésemos indicada y así descartar, o no, que el indicador estaba roto.

Tras recorrer unos diez kilómetros vimos señalizada en la carretera una gasolinera. Se encontraba en un pequeño pueblo al que accedimos tomando una salida a la derecha un kilómetro más allá. Sin duda era una mala idea entrar en un nucleo urbano, aunque fuese pequeño, pero no teníamos más remedio si no queríamos seguir el camino a pie.

PostHeaderIcon Capitulo 30

Desde que comenzó toda esta locura; desde que Dios, si existe, nos señaló con el dedo para castigarnos hace ya unas semanas, ahora era cuando peor veía las cosas. Al principio nos refugiamos en el piso de Ramón, ¿por qué no nos quedaríamos allí?. La pregunta resonaba en mi cabeza una y otra vez. Después aprendimos a sobrevivir en un coche. Sin duda no era lo ideal pero almenos tenías algo a lo que agarrarte.

Ahora estábamos caminando en medio de la noche sin nada más que dos mochilas y una pistola con poca munición.

Por si todo esto fuese poco, nos habíamos enterado de que las medidas de seguridad impuestas por el gobierno, el ejército, el Rey o quien quiera que tomase la decisión no habían servido para nada. La vida eterna se expandía a una velocidad muy superior a la que nosotros podíamos avanzar.

No era capaz de pensar con claridad. Imaginaba la típica escena de las películas americanas cuando hay una enfermedad que se expande y en un mapa van apareciendo puntos rojos y su número va aumentando a una velocidad de vértigo. Lo que estaba sucediendo ahora no debía ser muy diferente.

Quizá el gobierno francés haya cerrado fronteras. Sería lógico. Incluso puede que al vernos aparecer por allí nos llenen de plomo por si somos unos de esos canívales muertos. ¿Y cuando me vean el brazo? ¿Y si actúan como esos dos niñatos?

No lo conseguiríamos. Era de locos. Más de tres cientos kilómetros a pie rodeados de muertos deseosos de matarnos. ¿Cuánta gente debe vivir a lo largo de estos tres cientos kilómetros? ¿cientos de miles? ¿algunos millones? ¿cómo íbamos a sortear millones de esas cosas?

- Mirad - Dijo Violet señalando un coche que había a un lado de la carretera, tras unos arbustos.

Nos acercamos con cautela pero no parecía haber nadie en el interior. Se trataba de un Mitsubishi Galant GTO de los años 70. Nunca había visto uno de estos por aquí y me sorprendió comprobar que parecía estar en buen estado, almenos por fuera.

Era un coche precioso. Me lo habia parecido desde que era un niño y ojeaba las revistas de coches que tenía mi padre. Sus retrovisores colocados en el capó hacían de él un coche diferente a los que se fabricaban en Europa.

Miré a través de las ventanillas y no vi nada raro en su interior, aunque estando en plena oscuridad no hubiese visto gran cosa aunque la hubiese.
Tiré de la maneta de la puerta y para mi sorpresa el coche se abrió. No hubo tanta suerte con las llaevs. No estaban. Las busqué en la guantera y en todos los rincones que tenía el coche, pero no encontré nada que se pareciese a unas llaves. Unos pañuelos, un trapo, los papeles del coche y un chaleco reflectante fue todo lo que había.

- Quizá en el maletero... - Sugirió Vanesa.

¿Quién guardaría o escondería las llaves de su coche en el maletero? De todos modos me dispuse a abrirlo, era posible que hubiesen cosas útiles en su interior.

Abrí el maletero y el hedor nos echó para atrás. Había el cuerpo de una chica, o lo que quedaba de él en un avanzado estado de descomposición.

Me acerqué tapándome la boca y la nariz con la manga de la camisa y examiné el maletero. La chica parecía estar muerta. Muerta de verdad quiero decir. Debía llevar aquí más de tres semanas seguramente.

No había nada de interés. Faros de recambio, aceite para el motor, algunos productos de limpieza...

- Sácala - Me dijo Violet.
- ¿Qué?
- Que la saques de ahí.
- ¿Para qué?

No me contestó y sacó ella el cuerpo de la chica. Cuando alzó el cuerpo cayó algo brillante al suelo. Tiró el cuerpo y cogió lo que se había caído.

- Por esto. - Me dijo mostrándome las llaves del Mitsubishi.

Guardamos las mochilas en el maletero y nos subimos al coche para continuar el viaje. Fue una suerte encontrar el coche.

- Esta vez conduzco yo. Tu conduces como una abuelita - Me dijo Violet guiñándome un ojo.

Parecía que estaba más relajada con nosotros. Después del encontronazo inicial en el parking poco a poco empezaba a fiarse de Vanesa y de mí. Es hasta normal puesto que era probable que no volviésemos a ver a alguien con vida en los próximos días, semanas o meses. O quizá nunca. Teníamos que confiar los unos en los otros.

Metió la llave en el contacto y el motor tosió un par de veces antes de pararse. Lo volvió a intentar, nerviosa. Nada. Seguramente se habría quedado sin batería por llevar semanas sin encenderse.

Decidimos dormir y echarle un ojo por la mañana con la luz del Sol. No todo había salido bien, pero almenos no dormiríamos a la intemperie aquella noche.

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