PostHeaderIcon Capitulo 25

Una horrible cicatriz en mi brazo era todo lo que quedaba tras el ataque de Ramón hacía ya varias semanas. La verdad es que no nos las hemos apañado mal, pero cada vez resulta más difícil encontrar comida. Hemos acabado por completo con los víveres que quedaban en una pequeña tienda de barrio que se encontraba abierta. Las provisiones que llevábamos en el coche las agotamos en pocos días.

Por suerte el combustible no parece ser un problema de momento. Hemos podido extraer gasolina para el todoterreno todas las veces que lo hemos necesitado.

Después de recorrer toda la ciudad hay que reconocer que los militares hicieron un buen trabajo al aislarnos. En estas tres semana, día más, día menos (se hace difícil saber a ciencia cierta en qué día estamos) no hemos encontrado un lugar por donde poder salir con el coche. Así que, muy a nuestro pesar, deberemos abandonar el vehículo para salir de la ciudad. Ya hemos pensado como hacerlo. Llegaremos hasta la verja metálica con alambre de espinos que colocaon los militares y la cubriremos con las mantas que llevamos en el coche. Así podremos saltar la alambrada sin herirnos.

Hemos cargado las mochilas que llevábamos Vanesa y yo el día que partimos con la comida y el agua que nos quedaba. Tratamos de esconder el coche entre unos matorrales. Una cosa es que no pudiérmalos llevarlo con nosotros y otra es que lo abandonemos a su suerte. Quien sabe si nos podría ser útil algún día.

Apilando objetos varios, como un mostrador, unos tablones y una estantería, todo ello sacado de la pequeña tienda de la que tomamos prestada la comida y el agua las últimas semanas, pudimos llegar hasta una altura aproximada de dos metros. Desde ahí, con las mantas sobre el alambre de espinos, pudimos saltar al otro lado, no sin llevarnos un buen golpe, sobretodo Vanesa.

- No parecía estar tan alto, joder. - Se quejó Vanesa sacudiéndose el polvo de la ropa.
- Te dije que flexionases las rodillas al caer - Puntualizó Violet.

Vanesa le lanzó una mirada de desaprovación, pero no dijo nada.

Hacía días que la relación entre ambas se había vuelto muy tensa. Creo que desde un primer momento saltaron chispas entre ambas pero no supe o no quise verlo. Intento mantenerme al margen y calmar los ánimos siempre que puedo, pero la situación es agobiante.
Supongo que a todos nos ha pasado lo de tener dos amigos que no pueden ni verse, pero aún es peor cuando esas dos personas son las únicas personas vivas que conoces.

- Bueno, ya estamos fuera. - Dije para intentar cambiar de tema y que no acabasen discutiendo nuevamente.
- Sí... Pero no se ve ni un coche. Quizá el gobierno haya aconsejado, o prohibido, que nadie se acerque a esta zona. - Dijo Violet.
- Almenos ya hemos dejado atrás los muertos, dijo Vanesa mientras hacía una mueca a los muertos que se habían congregado tras la verja, intentando seguirnos.

Uno subió al mostrador, pero al intentar subir a la estantería cayó al suelo. Otro, algo más hábil, consiguió subir a la estantería, pero con sus torpes manos tiró la manta al suelo, por lo que acabó agarrándose con sus manos al espino. Perdió varios dedos, pero consiguió subir a lo más alto de la alambrada. Aún así, no consiguió bajar. Su carne se entrelazó con el alambre de espino y cuanto más se movía más atrapado se encontraba. Su sangre y trozos de carne llovían sobre los demás muertos creando una escena que firmaría el mejor director de cine gore del momento.

- Vicente ¿Dónde está la ciudad más próxima? - Me preguntó Violet.
- Hay un pueblecito en esa dirección. - Le dije mientras señalaba con el brazo.
- Deberíamos ir hacia allí antes de que anochezca.
- Podemos seguir ésta carretera y a pocos kilómetros encontraremos un desvío hacia la izquiera, cogiéndolo nos llevará directamente hasta el pueblo. Podemos estar allí en unas cuatro horas. Quizá aún sea de día para entonces.

Nos dirigimos hacia allí y pasadas dos horas encontramos el desvío. Pensé que estaba más cerca. Realmente jamás había hecho ese recorrido andando y se me hizo larguísimo. Por lo menos nos debían quedar cuatro horas por el desvío y sin duda llegaríamos al pueblo bien entrada la noche, pero preferí no decirlo.
Durante todo el trayecto no vimos mas que un coche abandonado en el arcén, ni rastro de los pasajeros. Ya ninguno de los tres tenía dudas de que esa zona también había sido vetada o evacuada por el gobierno y el ejército, esos mismos que prometieron que volverían a por nosotros y jamás lo hicieron. Lo primero que iba a hacer en cuanto me recuperase de todo lo que había pasado era buscar un medio de comunicación y explicar cómo nos habían encerrado como ratas y nos habían intentado dejar morir. Seguro que me darían una buena pasta por ello.

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